Birdemic
Estados Unidos
90 minutos
Hace tiempo pedí por mi blog ayudantes para traducir películas de oreja, y nadie picaba, y lo repetí, y lo repetí… Con el tiempo un pobre iluso picó (bendito Jotaeme) y así me he atrevido con mierdas que tenía en el baúl almacenadas desde el año de la Maricastaña. Y así, nos pusimos a sufrir con uno de las mayores excrementos jamás paridos y esto es lo que nos encontramos por el camino:
Rebautizada por mí al castellano como: “Plumiferodemia, Canguelo y Pavor”.
Pasemos a presentar a los protagonistas de la historia:
Rod. Según se le ve aparecer en la película uno empieza a pensar que la cosa va de zombis, pero resulta que no, tampoco es un documental sobre sonámbulos. La cosa es que Alan Bagh actúa así, es la cosa de haberse graduado en la escuela de interpretación “Tor Johnson”. Se podría resumir en que este actor es incapaz de hablar con naturalidad, es incapaz de mirar con naturalidad, es incapaz hasta de respirar con naturalidad.
Mirando una tía buena en bragas y suje…
Es vendedor (como todos los protas de las pelis de James Nguyen, el director del filme) de cacharritos tecnológicos. Algo así como si todos los protagonistas de Cervantes fuesen mancos, pero con historias algo más inspiradas. Nuestro Rod es un galán romántico y exitoso gladiador con perchas.
Natalie. La chica que conquista el corazón de Rod. Es modelo y pasa de ser la niña mona del barrio a la que engaña el de la tienda de fotos de la esquina para practicar, a la modelo de portada de Victoria’s Secret en un pispás. A ese ritmo su siguiente trabajo será posar para Leonardo da Vinci.
No pasa de ser una rubita sosainas, pero con los merluzos que le tocan de compañeros de reparto, la niña destaca. Sabe que tiene que transmitir algún tipo de emoción, y lo intenta, aunque no tenga ni puñetera idea de cómo hacerlo.
Tony y Mia. La parejita de mejores amigos del alma de Rod y Natalie. Ella es una picarona admiradora de Yoko Ono, y el otro un picarón que afirma que, para hacer turismo en la entrepierna de alguna tía jamona, hace falta tener un Ferrari.
Sus escenas en la intimidad son todo un canto a la paz mundial, pero más bien cantado por Yoko Ono. En otras palabras, viéndolos dan ganas de comprarse un fusil ametrallador y cortarse los aditamentos maritales, todo a la vez.
Tocinera mami de Natalie. Se alegra de tener un futuro yerno millonetis y no para de dar la brasa a su hija para que se dedique a vender viviendas y plazas de garaje.
Los huerfanitos. Tras un muy exhaustivo casting, Nguyen consiguió encontrar a la pareja de niños más aburrientes y aburridos de toda California. Repito que la cosa no va de zombis.
Ramsay y Becky. Pareja de novios que están de fornicio en el mismo motelucho que Natalie y Rod. Durante un rato nos demostrarán sus esforzadas artes gladiadoriles con perchas. Luego se encarnan en alpiste y son masacrados.
El abrazafarolas abraza – árboles. Un ecólogo que dedica su vida a la protección de los bosques de secuoyas. Imagino que con mucho éxito, con ese careto debe asustar a cualquier ser vivo en unos 100 kilómetros a la redonda. Lo extraño es que los mismos árboles no salgan corriendo al verle.
Otro chalado aleatorio que nos soltará que el calentamiento global es la causa de la gripe aviar y de paso también es el toro que mató a Manolete.
Los pajarracos. Extraña mutación producida por el calentamiento global. Vuelan como colibrís, si se lanzan en picado suenan como Stukas de la Segunda Guerra Mundial, en vez de neuronas deben tener goma 2 en la cabeza y por sangre llevan ácido sulfúrico en vena.
Tamaños raros plumíferos se lanzan a por cualquier humano a la vista asaz cabreados, hasta que consiguen comerse una sardina asada por el protagonista. Tras ello se vuelven mansos corderitos y regresan a sus respectivos nidos de amor.
Continuaremos con la historia en sí:
Empezaremos con cuatro minutos y medio de entretenida conducción por California. Alguien ha conseguido juntar 8 notas para la banda sonora, y estas se repiten en un bucle eterno, como en aquella escena de Chico Marx al piano cuando se le había olvidado el final de la melodía.
Una cámara girada unos 30 grados a la derecha nos presenta un precioso paisaje.
Nguyen es un puto genio, 40 segundos de película y ya dan ganas de suicidarse
Joder esto es incluso peor que “Manos: the hands of fate” (1966). Pero Rod por fin aparca el coche y pasea con cara de lerdo hasta entrar a un restaurante. Suena un ¡hi! y 4 segundos después, una camarera con cara de vampira mueve los labios. Con ademanes de teatrillo callejero de Beluchistán, invita a Rod a sentarse y le presenta la carta.
Yo me cagaría de miedo si me atendiera esto.
Superado el trauma y más aburrido que los espectadores, Rod echa el ojo a una rubia que acaba de terminar su almuerzo. Es más que evidente que su sonrisa le ha cautivado.
Mágicamente, antes de pedir ya tiene un zumo, un botellín de agua y un café en la mesa.
A la mierda la comida, que tiran más dos tetas que dos carretas. Rod, cual acosador turuta, sale a la carrera detrás de la rubiales y la detiene prácticamente agarrándola del cuello. La niña, a pesar de lo espantante de la escena, le contesta con una sonrisa de oreja a oreja. Se ponen a hablar y resulta que iban a la misma escuelita y el galán Rod consigue que ella le dé su número de teléfono.
No es de extrañar que todos los asesinos en serie se muden a California.
Vamos a pasar a cosas más interesantes, por ejemplo un telediario que narra los malos tiempos que corren para los osos polares y las gaviotas. Y otra escena de tráfico rodado, repostaje en estación de servicio, varios semáforos y aparcamiento de tres largos minutos.
Ya llega Rod a su puesto de trabajo y comprobaremos su habilidad comercial. Presuntamente está vendiendo un producto que cuesta dos millones de dólares. Lo sabemos porque ofrece al cliente todo lo que se le ocurre pedir y una rebaja del 50%, y cierra un pedido de un millón de dólares. Vamos, que acaba de hacer perder a su empresa 1 millón orondo y lirondo en una sola transacción, más ciertos extras. En una empresa normal el jefe le estaría buscando con una guillotina portátil, pero en esta no, todos se felicitan por la gran operación. Debe de haber vendido un vaso de agua o algo así.
Siguen ciertas imágenes del estudio donde modela Natalie con gran arte.
Como dije, la pastelera tienda de fotos de la vuelta de la esquina, que tiene que vender cerveza fría para poder llegar a fin de mes.
Pero la agente de Natalie le llama para decirle que ha sido seleccionada para la portada de Victoria’s Secret. Natalie no se lo cree, nosotros tampoco. Pero como el guion dice que es verdad, va a ser que sí.
Nos vamos a otros aparcamientos y nuestra incipiente pareja habla por móvil y él le pide cita. Ella, que es más facilona que calzarse un zapato del 48 untado con vaselina, se la concede y quedan para cenar.
Sigue una escena de baloncesto 1 contra 1 de coleguis. Entonces conocemos a Tony. Rod le cuenta que ha conocido a Natalie y la cita. Tony le pregunta: “¿Te la vas a tirar?” Y Rod escamado le replica:
Y no he visto en mi vida cara más de “Va a ser que sí”.
Otro telediario y llega a casa de Rod un vendedor de paneles solares, y le coloca uno al tontaina de Rod por veinte mil dólares con una rebajita de mil. Tras enseñarnos morosamente la esquina donde irá colocado, saltamos directamente a la cita en el restaurante.
La esquina.
Y pasamos al desarrollo de la historia de amor entre la niña guapa y el vendedor de software. Treinta largos y soporíferos minutos de gansada tras gansada y diálogos para besugos, y al final Rod acaba triunfando y trincándose a la chica.
Esto necesita una explicación. James Nguyen es, además de director de cenutriadas, vendedor de productos informáticos. En todas sus anteriores películas (“Julie and Jack” del 2003 y “Replica” del 2005), el galán es un vendedor de productor informáticos que se liga a una rubia. En un alarde de originalidad, nos vuelve a contar el mismito rollo una vez más.
Durante los treinta eternos minutos de romance asistiremos a:
Una cena con románticos diálogos.
Primer intento de jincamiento.
El cotilleo con mamá sobre el nuevo chico.
Para que os quede claro, Rod sólo quería que Natalie le invitara a entrar para comprobar si el papel pintado hacía juego con las cortinas.
Viviremos una de las más roncantes escenas de sexo jamás habidas. De fondo suena una versión de “Imagine” tocada por un chimpancé al Casiotone. Y vemos a una chica paponuda encima de Tony.
Al menos hay que agradecer que no sale el culo de Tommy Wisseau.
Natalie interrumpe con un telefonazo a Mai (la chica del bikini naranja que vemos en la foto) y va a resultar que ellas son amigas íntimas, lo mismo que sus dos novietes. Se monta una cita doble y la pareja vuelve al acto de suyo apto para la procreación.
Más emocionantes momentos siguen. Una compañía compra la empresa donde trabaja Rod por ¡un billón de dólares! Y con eso se convierte en muchimillonario. Y como todos están muy felices, aplauden y aplauden…
En realidad los aplausos duran casi el doble, y se reinician solitos unas nueve veces. Aunque la percepción real del espectador es esta:
Después las dos parejas ven una peli sobre ecología y luego la cosa dura 15 segundos más porque Tony tiene prisas para volver a tirarse a su novia. Dicen a Rod que se tienen que ir a trabajar. “¿A trabajar?” responde Rod.
¡¡¡Buaf, qué asco!!!
Ahora nos muestran el gran proyecto vital de Rod. Montar paneles solares de nanotecnología que tiene patentados y que se venderían a 4.000 dólares la unidad. Es más, convence a unos inversores para que le financien con 10 millones de dólares.
Aquí a uno se le plantea una duda. Si Rod tiene esa tecnología tan revolucionaria, ¿por qué cojones la semana anterior instala en su casa uno de la competencia? Y otra más ¿qué trauma tiene James Nguyen con las cifras empezadas con un “1” seguido de muchos ceros? ¿Es que no sabe contar más allá del “1”? Estoy seguro de que si a uno de los personajes en esta peli le pusieran una multa por aparcar en doble fila, esta sería diez de dólares o de cien millones de dólares.
Pero volvamos al emocionante romance, siguen las escenas más sosainas jamás concebidas de:
Bailes románticos.
Paseos junto al mar.
Cenas románticas.
Tallado de calabacines.
Por fin, como el hombre es fuego, la mujer estopa, y viene el diablo y sopla…
Acaban enroscados, en el colchón de un motelucho de mala muerte donde no han pasado una escoba desde que Franco era corneta. Y esto lo sé porque la niña va al baño para quedar en ropa íntima, y se sube a la cama, y con solo ese recorrido, fijaros que tiene los pies más negros que la conciencia del Bárcenas.
Si no os ha dado un pasmo ya, pasemos por fin a los plumíferos. Nuestra pareja tiene un amargo despertar, cientos de pajarracos se tiran en picado sobre la ciudad, estallando al contacto, mientras suena un ruido equivalente al que producía el biplano del Barón Rojo al atacar a sus enemigos.
¿Mandeeeeeee?
Los pajarracos que no se hacen el harakiri cuelgan como de un cable frente al motelucho, piando como posesos.
¿Pero qué cojones…?
El caso es que para protegerse del ataque, nuestro astuto vendedor pone el colchón frente a la ventana, eso detendrá a los plumíferos…
… si intentan entrar por la mitad inferior de la ventana.
Los pájaros deben ser más tontos aún que Rod, porque sintiendo la colchónica resistencia se retiran. Nuestra pareja sale y conoce a otra parejita que estaba dándole al tiki taka, y deciden irse en una furgona. Pero han de enfrentarse a un nuevo ataque armados con perchas de armario, algo épico. Si hasta ahora la peli aburría hasta a las piedras, aquí comienza el despatarre.
¡Olé, la juerga!
Si podría parecer que no hay mayor ridículo posible, solo hay que sentarse y esperar. Sí que es posible.
Se puede resumir en:
– Más escenas de conducción coñantes a más no poder.
– La explotación del hombre por el hombre en caso de desgracia; les cobran la gasofa a 100 dólares el galón.
– Más violencia, un atraco a mano armada cuando intentan ayudar a un bigotón. Y como el mundo es justo, el bandolero muere gloriosamente.
– Lo peligroso que es contaminar la naturaleza plantando pinos a caño libre..
– Otra gloriosa escena de acción, cuando nuestros héroes liberan a la gente atrapada dentro de un autobús turístico, sólo para ser moridos todos en cuanto pisan la calle por pajarracos que ¿escupen? (¿cagan? ¿eyaculan? ¿mean? ¿regurgitan?) ácido sulfúrico.
– La esperanza, hay chalados que abrazan árboles o que se quedan sentados en puentes para decirnos que el calentamiento global es malo y perverso.
– Otra emocionante huida a través de un incendio forestal que aparece y desaparece mágicamente.
¿Pero qué cojones…?
– Y moroso final donde nuestra pareja aparece en una playa, pescan un besugo, lo fríen, los niños dicen que se lo coma Ramón que ellos quieren un Happy Meal, atacan los pajaricos, los mismos pajaricos deciden dejar de dar el coñazo y se van volando a lo lejos (en realidad están en el horizonte más quietos que una momia almidonada) en otra asombrosamente eterna escena.
Si los actores acaban así al final, imaginaos la cara del espectador.
Y que sepáis que existe “Birdemic 2” (2013), donde repiten los mismos actores, el mismo director y los mismos bicharracos, solo que estas vez hay:
Medusas grandes como acorazados y…
tetas.
¡Afff!
Recapitulemos:
Difícilmente se podría encontrar una película peor hecha, los adjetivos se quedan cortos, quizás decir “debacle estrepitosa” podría ir ajustándose a lo que vemos.
Básicamente para rodar una película, por chusca que vaya a ser, se necesitan unas cuantas cosas. Primero una cámara que grabe las imágenes y un micrófono que registre el sonido.
Empieza la película y vemos que la cámara sí registra imágenes, aunque ir a un bazar chino a comprar un nivel podría haber ayudado un poco. Son 5 ó 6 minutos de paseo, donde uno podría esperar que suene la pregunta del anuncio “¿Te gusta conducir?”. Algo que se repite muchas veces durante la peli, se da al botoncito de grabar y a rodar lo que caiga.
En cuanto al sonido, se pasa del silencio más abrumador al ruido callejero mas patatero continuamente y con solaz y alegría. En cuanto a la infecta banda sonora, parece que más que partituras, el director haya comprado notas al peso. Los diálogos son en muchas partes inaudibles por el ruido, o están cortados, o los han sincronizado con una vara de avellano.
El guion es un auténtico batiburrillo apestoso, algo va de ecología, porque los rollos patateros que sueltan respecto al tema son interminables. Pero siempre van acompañados de cifras de millones de dólares que hacen que los actores se caguen patas debajo de la emoción. Me resulta harto confuso y confundiente.
El mensaje final se podría condensar en que para ser feliz hay que ser un ecologista concienciado, tener un billón en el banco e ir armado con una percha.
En resumen, “Birdemic” es el apocalipsis pero en forma de película cutre, uno no puede dejar de maravillarse de lo ostentóreamente horrible que es.