Blade: Trinity
Estados Unidos
113 minutos
BLADE: TRUÑITY. CAZAR VAMPIROS NUNCA FUE TAN ESPERPÉNTICO
La primera película de Blade se estrenó en 1998 bajo la dirección del desconocido Stephen Norrington. En un principio, la premisa de la historia, el aspecto del personaje encarnado por Wesley Snipes, la atmósfera y la banda sonora, hacían presagiar una película por lo menos muy entretenida. La primera escena así lo era, realmente espectacular, me refiero a aquella de la discoteca en la que Blade no deja a un solo “chupasangre” con vida. Pero a medida que el metraje avanzaba, las ganas de cortarse las venas aumentaban. Personajes ridículos, un villano de chiste con el rostro de Stephen Dorff, un gordo seboso grotesco, unos efectos especiales poco cuidados “tipo New Line” y un guión realmente pobre y lleno de sinsentidos, convirtieron un atractivo filme en un pésimo subproducto. El guion estaba firmado por un tal David S. Goyer -a quien actualmente no deja de salirle trabajo y nadie sabe por qué-, que haría el guión para las dos secuelas, Blade 2 y la que nos ocupa.
Para la segunda parte, los productores fueron un poco más hábiles y le dieron la claqueta a un realizador mexicano muy pero que muy competente llamado Guillermo del Toro. El orondo cineasta supo darle un tono oscuro y mucho más realista a la cinta, con respecto a su predecesora. Los personajes tenían cierto carisma y las escenas de acción estaban bien resueltas, amén de una raza de vampiros llamada “los segadores” que clavaban sus colmillos en todo aquello que se moviese. De nuevo Goyer escribía una simple historia, pero Del Toro supo aprovechar al máximo al personaje, haciendo sin duda la mejor película de la trilogía.
Esta tercera entrega, fue más una decisión de estudio para seguir explotando el filón que una necesidad artística (si es que podemos decir que esta saga tenga algo de arte). Goyer asumió de nuevo la escritura del libreto, y los productores decidieron encargarle a él la dirección. Pensarían, que quién mejor que él para asumir el control, si era el escritor de las tres cintas y además le apetecía mucho dirigir por primera vez. Y darle a un novato las riendas de una superproducción tiene sus consecuencias. El problema es que Goyer es también productor, con lo que podía hacer lo que le diese la gana, que nadie iba a impedírselo.
La mayoría de aficionados al cine sabía que esta tercera película sería de una calidad similar o peor a la primera, y que nada tendría que ver con la segunda. Acertaron de pleno. Blade: Trinity es, efectivamente, la peor de las tres con diferencia, y sin duda, el culpable es Goyer, ya no sólo por ciertas cosas que luego detallaré en la dirección, sino por escribir horrendamente mal. Me cuesta pensar que este hombre haya hecho algo tan bueno como Batman Begins, pero es obvio que la ayuda de Nolan fue mucho más allá de un par se consejos para retocar el guion. A este tío, o se le controla un poco, o su “portentosa” imaginación le juega malas pasadas en forma de bodrios.
En esta secuela, después de que Blade se haya enfrentado en sus predecesoras a todo tipo de vampiros, había que rizar el rizo. El cazavampiros debía enfrentarse a alguien con su poder, alguien que de verdad le plantara cara, el mismísimo Drácula.
El argumento de “Truñity” cuenta cómo un grupo de chupópteros resucitan al dios de los colmillos, a Drácula. Bueno, no, a Drácula no, que queda muy desfasado. Hay que satisfacer a la cada vez más poblada y descerebrada comunidad kinki, así que es mejor el nombre de Drake. Es más “cool”, más guay, más en la onda.
El conde Drácula de la capa negra, que vivía en un castillo en Transilvania y gastaba kilos de laca para el pelo, ha dado paso una nueva versión metrosexual por un lado, y digna de Power Rangers por otra.
Cuando el grupito de vampiros despierta a su jefe, sale una especie de muñeco de plástico, al que no se puede apreciar del todo bien, ya que unos constantes flashes de luz le tapan muy hábilmente para que no nos podamos reír de semejante engendro. Dudo que sea para reservarlo para el final, ya que no da miedo precisamente este triste personajillo. Os reto a que a lo “Art Attack” intentéis haceros uno en casa para vosotros, el resultado no será mucho peor, por lo menos le pondréis dedicación, algo ausente para los diseñadores de producción y para los de los efectos especiales del filme. Un poco de gomaespuma, una cartulina marrón, una careta de la tienda de chucherías y “aaaaasí”, ya tenemos nuestro propio Drake.
Cine Cutre haciendo apología de la piratería, de ahí la calidad de la imagen.
Después de esta escena en la que ya se nos avisa de lo que vamos a ver en pantalla, aparece nuestro héroe, Blade, más en forma que nunca, tras volar una guarida enemiga. Como todos sabemos, “aquel que ha visto el sol” es el amo del calabozo, y el director nos lo hace saber presentándole a cámara lenta mientras va degollando vampiros. Ya en esta presentación tenemos una escena de acción de lo más singular. Un coche viene a por Blade a toda velocidad. A él obviamente no parece preocuparle demasiado, así que se salta el coche de espaldas, y cuando cae al suelo sin mirar, con sus dos pistolas dispara al coche que explota, como no podía ser de otro modo. Todo esto a ciegas. El salto me recuerda sospechosamente al estilo Matrix, quizá de ahí lo de “Trinity”, un misterio que aún sigo intentando resolver.
Blade, a lo “Trinity”
El caso es que Blade es víctima de una trampa, cuando por error mata a un lacayo y es identificado por la policía, que lo toma como a un asesino en serie, a parte de por un chiflado.
Paralelamente, se nos presenta al personaje de Jessica Biel, que disfrazada de madre con su carrito de bebé, elimina en el metro a cuatro vampiruchos, todo ello acompañado de música electrónica, que da a la acción un ritmo más frenético y estúpido. Biel es la hija de Whistler, personaje mítico al que da vida Kris Kristofferson, que en esta tercera parte no pasa del cameo para contentar a los fans. Aparece unos cinco minutos, y muere a los 15 minutos de metraje, justo cuando los servicios especiales de la policía irrumpen en su base en busca de Blade. Whistler es un hombre viejo que ha visto mucho mundo, y al que morir no le importa si es con tal de salvar a su “hijo adoptivo”. Así que, como los años dan sabiduría, se arma con un detonador y vuela la base, dando tiempo a Blade a escapar, aunque sin suerte, pues este es arrestado.
Llegados aquí, la totalidad de los enemigos de la película ya ha aparecido en pantalla, pues son los que resucitaron a Drake. Una pija hortera que comanda el grupo, una tal Danika Talos (no sé si se escribe así pero me da exactamente lo mismo) y un vampiro de dos metros bastante peculiar. Peculiar, porque sus colmillos son de metal. Sí, como los de “Tiburón” de James Bond. Desconozco si Goyer quería homenajear al personaje, se le ocurrió por casualidad o qué, pero puedo asegurar que el “colmillos metálicos” roza la vergüenza en cada plano en el que sale. Típico cachas enorme, bruto, malhablado y que tiene reservadas una de las mejores “perlas” de la cinta.
Una herejía contra la saga Bond
Drake es el que debe liberar a la comunidad vampírica, y por ello, Danika no duda en ir a hablar con él. Del monstruito ese de antes, pasamos a un, como ya he dicho, metrosexual, proxeneta y ridículo hombre, por supuesto con mucho músculo, que para eso tiene que pelear con Blade al final. El vampiro anteriormente conocido como Drácula se abochorna de lo que es su raza ahora. Lógico. Él al menos, puede caminar bajo la luz del día, que para eso fue el primero y esas chorradas ya no se llevan. Va por la calle en plan “perdonavidas”, con aspecto de portero de discoteca.
En la comisaría, a Blade se le pregunta sobre la existencia de vampiros. Hay un policía y un psicólogo que le tratan como a un loco. A los dos segundos el espectador se da cuenta de que es un lacayo, o está en el “ajo”. La confirmación llega rápido cuando le droga. El grupo de vampiros llega a la comisaría a por él. Blade sedado, sólo escucha voces distorsionadas. Cuando Danika le dice: “Ahora estás solo, nadie te ayudará”, el típico doble espejo de la sala de interrogatorio se destruye por un vampiro carbonizado que lo atraviesa. Aparece de un salto una figura, a la que conocemos del siguiente modo. Un primer plano a su solapa, donde en la típica tarjetita de alcohólicos anónimos o similares, pone “Me llamo Jódete”. “¿Qué tal chicas”, “¡¡Hannibal King!!”.
King es sin ningún tipo de duda el alma y el dios de esta película. El actor que lo encarna es Ryan Reynolds que por aquel entonces había saltado a la fama por la comedia Van Wilder. Vaya, que se sabe para qué le ficharon: para ser el gracioso, el que aporte el humor a la cinta, el que tiene la chispa.
Aparición estelar de Hannibal King. Su humor queda patente.
King suministra a Blade una dosis de sangre o suero, o lo que sea, y el cazador nocturno rompe la silla en la que está apresado y se levanta pleno de facultades. Además para acompañar el movimiento de Wesley Snipes, la música se vuelve épica, para que veamos que Blade ha vuelto y no hay quién le pare. En plena comisaría además, se coloca sus gafas de sol, que le dan la personalidad y el estilo necesario para combatir. Por supuesto esta tercera entrega no desdeña el kung fu, y Wesley Snipes vuelve a deleitar con las artes marciales, aunque ya evidentemente no sorprendan demasiado, más si cabe tras la estela dejada por los Wachowski.
La escena de la comisaría se solventa con una ristra de patadas y Blade conoce a la hija de Whistler. Para un encuentro tan crucial, Goyer tiene una gran idea. King grita: “Whistler”, y la cámara va a toda leche a la cara de Snipes y acto seguido a toda leche a la cara de la Biel. Un buen método para simplemente resaltar un contacto visual; un buen método si eres gilipollas. Cosa evidente, después de ver cómo una flecha que lanza Jessica Biel se clava en un policía y el director hace un zoom para que la veamos en todo su esplendor. Lo mejor es cuando ya en la calle, King y Whistler Junior se encuentran con una redada policial. De una de las ventanas del edificio sale una cosa hecha por ordenador que se deduce es Blade. Llega al suelo, ya digo, es una animación descarada y ya de nuevo en carne y hueso suelta: “Olvidaba mi espada”. Acojonante.
El milagro de la informática nos permite disfrutar de un Blade digital.
El trío es rescatado por otro miembro del grupo de King y Whistler, que conduce un todoterreno con hip hop de fondo. Mientras huyen, los polis comienzan a disparar al coche con recortadas. Y de nuevo, sin que hayan pasado ni cinco minutos, Goyer hace otro zoom, esta vez a la recortada del poli. ¡Dos zooms en menos de cinco minutos! ¿Pero qué es esto? ¿Goyer sabe algo de cine? ¿Acaso no sabe que el zoom no se usa ni en el porno? Un tirón de orejas de nuevo para el director.
En la base de los que serán los nuevos secuaces del hombre-vampiro, conocemos al resto de los personajes y de paso nos dejan unos cuantos diálogos que pasarán a la posteridad.
Para empezar, el sitio lo llaman “La Colmena”, no es que el nombre haga gracia sino que está más visto que el tebeo, además me evoca a Resident Evil y aquel lugar infestado de zombies.
Sin más dilación, uno de los mejores momentos:
Blade: ¿Cómo financiáis esta operación?
King: Salgo con hombres mayores.
¿? Esto se supone que debe hacer gracia, lo consigue, pero no del modo pretendido, hace gracia por lo ridículo de la frase y de la situación. Después de que Hannibal King le presente a todo el equipo (incluida una niña, que no pueden faltar en una producción de Hollywood); suelta:
King: Somos los vigilantes de la noche. (Oh, qué original, qué poesía).
Blade: Suena a dibujitos animados que no quieren ver ni los niños.
King: Queríamos llamarnos los “osos amorosos” pero estaba registrado. (Sin comentarios).
Blade se niega a compartir la fama con un grupo de aficionados, pero acaba tragando porque es lo único que le queda y les necesita para vencer a Drake, aunque de primeras no se cree que Drácula exista y piensa que es una leyenda absurda.
De nuevo, os dejo otra lección de guión. Estudiantes, atentos a lo siguiente. Si lo que buscáis es humor y frases con ritmo, que provoquen la carcajada, no tenéis más que guiaros con esto:
King: Mostrando a Danika en un monitor para Blade . Se llama Danika Tallos, la conociste hoy. Y a diferencia de los típicos vampiros, tiene los colmillos en la vagina. ¿¿??
Una buena escena digna de mención es la de Drake paseando por la calle. Aparte de que va luciendo pectorales, y además no mueve un solo músculo porque es totalmente inexpresivo, se para en una tienda que tiene productos de Drácula. El pavo se queda flipando, no le ha sentado muy bien. Una dependienta le enseña lo que tienen sobre vampiros, desde recipientes, llaveros, cereales, hasta ¡¡¡CONSOLADORES!!! En el plano vemos unos penes de goma con la cabeza de Drácula.
Dentro mueven la boca, aumentando el placer.
¡Estos cereales están caducados!
Drake se cabrea, porque se cachondean de su figura y se carga de un plumazo a los de la tienda. En “La Colmena” la solución al problema de los chupasangre parece inminente: un virus que los destruya. En otro homenaje a James Bond, a Whistler le sustituye un gordo con una ristra de inventos para salir de juerga, entre los que destaca un arco con un rayo ultravioleta que tiene la mitad de la energía del sol. De nuevo, otro alarde imaginativo,
King está escuchando al de los inventos presentar sus chismes y le pregunta:
King: Espera, tengo una pregunta interesante Heyches, ¿has follado alguna vez?
Inventor gordo: Muchas veces, con señoras… (¿¿¿???)
Para ir a por Drake, la hija de Whistler, Hannibal “el deslenguado” y Blade se suben al coche, y Blade se queda mirando a la tía, porque se pone un mp3, concretamente un Ipod, para motivarse.
King: Hace listas de música, escucha mp3 cuando sale de casa, es como su propia banda sonora, hardcore, hip hop, lo que escuchan los jóvenes de hoy. A mí me va más el estilo de David Hasselhoff ¿sabes?
A continuación, sucesivas escenas se van cortando a cámara rápida para resumirnos lo que hacen nuestros héroes, para dar paso a la pantalla partida en la que se ve al trío ¿o trinidad?, despachando al personal. Estilo Ang Lee en Hulk pero mucho más cutre y barato.
Si no haces esto, no eres un director moderno.
Cuando llegan a interrogar a un lacayo, este se transforma en Drake. Blade no duda en pegarle un tiro, pero el “conde” no sólo no se inmuta, sino que con un sutil movimiento esquiva la bala. De nuevo, sin mover la cara ni un milímetro. Steven Seagal es un aprendiz comparado con este hombre. La persecución no se hace esperar, Drake sale corriendo y saltando de edificio en edificio, huyendo de Wesley Snipes, cámara en mano, con música electrónica y a toda pastilla. Toma como rehén a un bebé. Y ahora una reflexión: ¿No se supone que es el señor de los vampiros? ¿Por qué huye como un perro cuando ve a Blade y coge a un bebé para protegerse? El señor Goyer tendrá la respuesta.
La fortaleza vampírica desvela granjas humanas, donde las personas son usadas para extraerles su sangre. La llamada “solución final” que acabará con la raza humana y hará que los vampiros pueblen la Tierra.
Mientras, en “La Colmena”, Drake se carga a todos menos a… tachán tachán… ¡¡¡¡LA NIÑA!!!! No falla, si eres menor de edad vas a sobrevivir fijo a cualquier despiadado asesino. Lo mejor es que Drácula entra con la forma de Kris Kristofferson. Nunca se han visto, pero adquiere su aspecto, para ponerse delante de una ciega. Sí, el tío se curra el aspecto de Whistler para meterse en la guarida y sólo lo capta una ciega que no sabe ni quién es uno ni otro. ¿Por qué Drake pierde el tiempo adquiriendo la forma de Whistler? Ni idea señores.
A King, que se está curando de una cuchillada de Drake, se lo llevan como preso de guerra. Toda aparición en escena de este personaje conlleva frases absurdas y chistes malos, así que Goyer no va a dejar pasarlo por alto. Mientras el de los colmillos metálicos le está interrogando, le presenta una mierda de perro que también es vampiro. Cómo hay que innovar, pues los perros también beben sangre, si hay una cuarta pues que lo hagan con ratas y así sucesivamente. Como dato destacable diremos que el perrito se llama “Pac-Man”.
Un perro-vampiro llamado Pac-Man.
Dientes metálicos: Precisos, ¿verdad?
King: Depende de a quién se lo preguntes, porque, claramente, ese chucho tiene la polla más grande que la tuya. (¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????????)
Dientes metálicos: ¿Y cuándo coño has visto tú mi polla, carita linda? Patada en la boca a Ryan Raynolds, lo mejor de la película. Ya era hora de que le callaran de una puta vez.
Pero no sólo un puto caniche había sido mutado, los dobermans, ya de por sí una raza amigable, también habían sido convertidos en vampiros. Pero el punto álgido y para ir acelerando, es el combate Drake-Blade. Los dos pelean con trajes de cuero, marcando gimnasio y sí, ambos tienen una espada. No sabíamos que a Drácula le gustara semejante artilugio, teniendo en cuenta que es capaz de desaparecer en una décima de segundo. Pero bueno, prefiere usar una espada en vez de usar sus poderes. Pues vale.
Drake: Blade, ¿dispuesto a morir?
Blade: Estoy dispuesto, hijo de puta.
Drake: Hijo de putaaa, me gusta…
El artista anteriormente conocido como Drácula, se transforma en su apariencia real, el muñeco antes citado, y le pone las cosas feas a Blade, y cuando le tiene acorralado le suelta: “¿Dispuesto a morir, hijo de puta?” JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA QUÉ FRASE TAN MÍTICA. Pero lo que Drake no espera es que la Biel le lance el virus, que Blade le acabará clavando en pleno estómago, acabando con los malvados señores de la noche.
El plano final, una copia descarada de Spider-Man, son los edificios de la ciudad reflejados en las gafas de Blade, mientras se va en una moto con los coches acelerados. Soberbio.
Después de este gran resumen de todo lo que pasa en la cinta (lo he creído necesario, pues todo es digno de contar), no cabe duda de que podemos sacar varias conclusiones.
La primera es que David S. Goyer no debería volver a ponerse detrás de una cámara por el bien de la humanidad. Dónde se habrán visto dos zooms consecutivos, planos acelerados, cortes de la acción, división de pantalla gratuita… Un despropósito que no tiene nombre.
Lo de guionista es relativo. Que es malo como la carne de rata parece indiscutible después de lo visto, pero parece ser que el tío no es del todo inútil si hay alguien más competente que le ayude. El caso de Nolan con Batman Begins es el mejor ejemplo. Eso no quita para que los diálogos chirríen en los oídos y provoquen risa.
Las interpretaciones son todas nulas. Culpa de Goyer de nuevo. Vale que el reparto sea una mierda, a Snipes no le vas a pedir que haga “Hamlet”, pero por lo menos algo más de movimiento facial, que se pasa el filme rígido. Lo mismo para ese descubrimiento que encarna a Drácula y que es el peor de todo el elenco. Y eso que la competencia es dura. Ryan Raynolds está de horca, pero a pesar de sus gracias, se ve que el chico algo actúa, aunque mínimamente. Jessica Biel no hace nada destacable, pero no es una buena actriz. Quizá la única que se salve sea la chica que hace de Danika Tallos, que le da cierta personalidad a su personaje (valga la redundancia).
En definitiva, la saga Blade queda masacrada con este esperpento, el trabajo de Guillermo del Toro queda manchado, y los resultados no animarán a seguir con “aquel que ha visto la luz”. Algún incompetente dice que es una de las mejores trilogías de todos los tiempos. Y es que sólo en “Fotogramas” se puede afirmar algo así sin que te despidan.