Ai man huo bing gong fu liang, Kung fu Emanuelle, Kung fu Leung strikes Emanuelle, Ninja in the claws of the CIA
España / Hong Kong
82 minutos
Queridos lectores hoy os voy a descubrir una película rompedora, uno de esos filmes que han marcado un antes y un después , ya que no es sólo una enormísima puta mierda y una de las grandes obras maestras del cine de derribo, sino también posiblemente el más esperpéntico ejercicio de caradurismo y egocentrismo jamás realizado por cineasta alguno.
Made in ChInA, una película con trepidante acción…
…bellas damiselas…
…apuestos galanes…
… feos chinos y…
… ¡Y TODO A LA VEZ!
Made in China está protagonizada, escrita, producida, dirigida, vomitada y todo-lo-que-haga-falta por el visionario John Liu, un artista marcial que vino desde China para promocionar y perfeccionar en Europa una disciplina creada por él mismo, el Zen Kwon Do, la cual no es sólo un arte marcial sino toda una filosofía de vida, basada en estafar a esos ignorantes europeos que no diferencian una kata de kung fu de una patada de Taekwondo. Y para presentarlo en todo su esplendor, su autor rodó una cinta de peleas y por el camino redefinió por completo el concepto de película, adaptándolo a esta filosofía.
DECONSTRUYENDO EL CINE
De la misma forma que Ferran Adrià nos enseñó en qué consistía el término de deconstrucción, aplicándolo por ejemplo a una tortilla de patata, John Liu hizo lo propio con esta película (y con el resto de su filmografía). El genio culinario se dio cuenta de que independientemente de la textura o de la forma de una tortilla, al final lo que cuenta es el sabor, las sensaciones que deja en la boca. John Liu comparte este concepto y lo aplicó a Made in China, deconstruyendo todos los formalismos y conceptos de una película, y de paso nuestras neuronas, para que al final queden las sensaciones. ¡Y qué sensaciones señores!
¿Cuál es el argumento de Made in China? Podría empezar con que John Liu descubre una gran conspiración de la CIA con soldados controlados por hipnosis, o podría referirme a que John Liu es coaccionado por la CIA o que un espía ruso decide desertar y llegar a los USA a cambio de información secreta. Lo cierto es que explicar el argumento de esta película es como resolver un sudoku con los ojos tapados y un mono apuntándote con un revólver en la sien mientras haces equilibrios sobre las cataratas de Niágara. Amigos de los acertijos, aquí tenéis uno difícil de verdad.
Un crítico corto de miras podría decir que la confusión que despierta el filme se debe a la incompetencia de John Liu para hilvanar dos frases seguidas, y ya no digamos escribir todo un guion, pero si uno abre su mente se dará cuenta de que en realidad nuestro amigo chino se está tumbando el primer formalismo de una película: el argumento. ¿Para qué sirve el argumento? ¿Seguro que es totalmente imprescindible? ¿Se pueden crear sensaciones sin él?
Además de visionario director, experto en artes marciales y apuesto galán; John Liu es todo un altruista que no duda en dar unos sabios consejos a la primera dama que se cruza por su camino. A esta señorita en concreto le está manoseando el culo a base de bien le muestra la posición correcta de la cadera para dar la patada a cambio de llevársela al huerto su agradable sonrisa y las gracias.
De la misma manera que los cuadros de Pollock provocan reacciones en la gente sin apenas mostrar más que manchas y pintarrajos al ojo inexperto, John Liu propone un juego de luces y sombras con el espectador, presentando múltiples argumentos sin resolver ninguno. Él sabe que tiene que ir más allá de rodar una película sin argumento aparente; eso es lo que haría un director mediocre cualquiera. Pero John Liu es más que un realizador mediocre, y para ello, nada como remontar a la vez tres películas distintas que tenía filmadas a medias, en un golpe de maestría que haría enorgullecerse incluso a Godfrey Ho (Undefeatable, Ninja Squad), quien, por cierto, se rumorea que fue la persona que sugirió a Liu meterse en el negocio del cine.
DILUYENDO A LOS PERSONAJES
El segundo formalismo que John Liu destruye con la furia de sus puños son los personajes. Un director cualquiera cogería y eliminaría todos los personajes posibles para quedarse con los imprescindibles. Él hace lo contrario y por el método de saturación, diluye a todos ellos a base de meter tropocientos mil distintos, y al final no sabremos qué monas pintaban los espías del principio, quién se supone que es el misterioso Tío Bill, o a dónde han ido los hijos del protagonista.
Detengámonos en algunos de esos personajes, a través de los cuales, John Liu transmite toda clase de sensaciones. Como por ejemplo la sensación de total incertidumbre, con el misterioso Tío Bill, un chino bigotudo metido en asuntos muy turbios (tan turbios que hasta el guionista los desconoce), quien vive en un chalet con piscina lleno de mujeres en bikini y custodiado por un jardinero y el tipo de mantenimiento, a quienes debe pagar un gran salario ya que se lían a patadas con cualquiera que ose colarse en el jardín. Un chalet y un jardín mágicos que están en Estados Unidos y en Zambia al mismo tiempo y sin que nadie se extrañe por ello. Igualmente, como bien remarca el propio Tío Bill en una frase estelar, este señor trabaja ni más ni menos que “por dinero”. Menos mal. A mitad de película se vuelve a su planeta y ya no aparece más.
“Para que luego digan que estábamos encasilladas. También nos revolcábamos con chinos puteros, no sólo con el gordinflas ese y su colega estirao”
Luego tenemos a Susan y a Caroline, dos personajes que apelan a sensaciones como el amor y la lascivia, por decirlo finamente. Son dos agentes de la CIA bastante ligeras de cascos, capaces de pencarse a cualquiera que les sonría e interpretadas por dos habituales del destape postfranquista, Raquel Evans y Mirta Miller. La primera es experta en mamadas patadas y la segunda es algo así como una súper informática, aunque más bien parece una vulgar secretaria. Y cómo olvidar al entrañable Wong. Se trata de un pobre desgraciado que ha sido reclutado por la CIA contra su voluntad y ansía escapar de tan maligna organización para poder ver a su madre enferma. Más dramático y me implosiona el lagrimal.
Con sus caretos, este personaje aporta al conjunto otras sensaciones imprescindibles: el bochorno y la vergüenza ajena
Pero sólo hay un personaje que realmente importa, y ese es John Liu, quien directamente se interpreta a sí mismo, ya que él entiende lo que la gente quiere. Si alguien desea ver una película de, por ejemplo, Mel Gibson, ¿por qué en el filme hay que cambiarle el nombre al actor? ¡Es ridículo! Mel Gibson debería llamarse Mel Gibson en todas sus películas. Siguiendo esta idea, John Liu será John Liu en todos sus largometrajes, y para que esto quede patente, cada vez que alguien se dirige a su persona lo hará por su nombre completo, nada de John, sino un fuerte y sonoro John Liu.
Incluso en su huida de la CIA no cambia su nombre, se sigue llamando John Liu, se refugia en París y funda el gimnasio de John Liu y cada día va a hacer unas catas a pleno sol bajo la Torre Eiffel. Esto, que parece una osadía y un disparate, es en realidad una complicada estratagema para confundir a los agentes de la CIA, porque ellos en realidad buscan a John Liu bajo un nombre falso, no bajo su verdadero nombre. John Liu está siempre por delante de sus enemigos.
¿QUE HA DICHO QUÉ?
Otro formalismo que se pone en órbita son los diálogos. La gente casi no escucha lo que dicen los demás, simplemente captan el mensaje y se acabó; yo apenas escucho a mi mujer, a mi jefe o a mis compañeros de web, y mucho menos al webmaster de Cinecutre. ¿Por tanto, por qué hay que escuchar lo que la gente dice en las películas para saber de qué hablan? John Liu lleva esta reflexión al extremo con diálogos que parecen escritos por un babuino en coma pero que son fruto de horas y horas de reflexión sesuda sobre la comunicación humana. Como muestra, el críptico diálogo que tiene John Liu con su hermano gemelo James Liu:
– James…
– Hola hermano. ¿Qué te trae por aquí?
– Perdona, debería haber venido a verte hace mucho tiempo.
– Tienes razón, deberías haberlo hecho. Tú eres libre. Te envidio. Yo soy un soldado. La muerte me persigue. Ya ves como estoy. Yo no valgo tanto como tú.
Risas (se funden con las del público)
– John, hemos estado separados desde niños pero si puedo ayudarte en algo lo haré. Sólo estoy herido, no podrán conmigo.
Por cierto, tras esta emotiva conversación, John Liu, que llevaba por lo menos diez años sin ver a su hermano, se marcha de nuevo por la puerta para no volver. Aquí no hay tiempo para sentimentalismos. Más de uno daría un brazo porque las tediosas visitas familiares duraran tan poco y fueran tan espaciadas en el tiempo como las que acontecen en la vida de John Liu.
ZUMBÁNDOSE EL ESPACIO-TIEMPO
El último formalismo que John Liu echa por tierra es la localización de las películas. Parte de la misma se desarrolla en pleno centro de África, en Zambia ni más ni menos, donde la CIA tiene un campo de entrenamiento. ¿Seamos realistas, en 1982 quién coño sabía donde quedaba Zambia? Claro, ahora es muy fácil poner Zambia en Google y que este te explique que es un país africano, que no tiene salida al mar y demás mamandurrias. Si la película te indica que eso es Zambia, pues es Zambia, aunque veamos el puerto de Platja d’Aro, no se vea un solo negro y la carnicería del barrio esté rotulada “Carnisseria Maria”. Si la película dice que así es Zambia, pues que así sea y no os pongáis quisquillosos o se presentará el propio John Liu en vuestra casa a daros un par de hostias.
¿Vamos a ver, listos, vosotros habéis estado alguna vez en Zambia? ¿Sabéis cómo se dice Carnicería en Zambia? Verdad que no, pues a callarse.
Nada como entrenar en la frondosa jungla de Zambia, con sus pinos, abetos y alcornoques, tan propios de la flora africana
“Esto no es Zambia… estoy entrenando en Endor, ¿es que no se ve?”
Pero las pretensiones de John Liu no son sólo artísticas. En un desafío a la comunidad científica, también se zumba el continuo espacio-tiempo. Y es que, como reza la sabiduría popular (pero jamás lo dijo Einstein), el espacio y el tiempo son relativos, y John Liu lleva esta afirmación a la práctica y hasta sus últimas consecuencias, con un filme que comienza en Hong Kong pero luego resulta que Hong Kong es en realidad California, y el narrador no tiene ningún problema en decírselo al público. La trama avanza y Estados Unidos es España pero no, resulta que es Zambia y luego Francia se convierte en Alemania y esta última en Cataluña, en un inconcebible caos espaciotemporal donde los personajes son dioses omnipresentes que se desplazan de un sitio a otro sin atender a las leyes de la física.
Pues va a ser que Estados Unidos no es tan diferente de España como lo pintan. También beben Freixenet y esas baldosas parecen las de mi cocina…
Siguiendo esta idea, en determinados momentos que ya quisiera David Lynch en su filmografía, los personajes se lamentan porque no pueden escapar de un campamento de la CIA, mientras pasean por un puerto pesquero, por las calles de un pueblecito, o por un jardín con piscina, todos ellos lugares situados, obviamente, fuera de los límites del citado campamento. Quizá el campamento como tal no existe físicamente sino que se trata de un estado mental o una realidad que les atormenta. Como cuando te asedian las deudas o los remordimientos.
“Este campamento es una fortaleza inexpugnable, jamás saldremos de aquí… Por cierto, el camino de vuelta al campamento ¿dónde queda?”
John Liu es perfectamente consciente de que él mismo es el centro de la acción, pero para enganchar al espectador no se puede presentar como el ser perfecto que es (o que él cree que es), que da las mejores patadas, que se queda con todas las mujeres y que siempre va un paso por delante de los villanos, el espectador, el guion y cualquier atisbo de coherencia. Así, para granjearse las simpatías del público, y muy a pesar de sus fans femeninas (ya que es de sobra conocida su fama como putero amante), en una escena de cama nuestro héroe decide humanizar a su personaje de la siguiente manera:
Opta por sacrificar un poco de galantería para que el espectador medio se sienta identificado con él. Ahí, comiéndole todos los morros a la francesa esta cual vulgar neandertal. Seamos sinceros con nosotros mismos, ¿quién besa como Richard Gere? Pues Richard Gere y ya, el resto de mortales nos abalanzamos sobre las hembras cuales monos tití en celo. Bravo por John Liu por poner estas pinceladas de cinema verité en esta vergonzante escena, con el tío incapaz de controlar sus instintos de orangután salido.
En una escena derivada de otra profunda reflexión, John Liu se encuentra con un enemigo en Cerámicas Anna (CARRETERA COMARCAL 253, 151, Platja d’aro – Castell, Girona). Para el protagonista sería muy fácil acabar con su adversario. ¿Pero, qué es el enemigo? ¿La gente es mala de por sí? John Liu entiende que una persona no es mala por naturaleza, sino que su maldad es fruto de su entorno y del contexto en el que se cría, por ello hay que atacar directamente al contexto:
Si Bruce Lee tenía su discurso sobre ser agua, John Liu tiene el suyo sobre romper vasijas, “no hay que dañar al enemigo, hay que atacar a esas incómodas y estratégicamente colocadas vasijas. Las vasijas son malas, son duras, no son comestibles, son horribles sin pintar y, sobre todo, fácilmente rompibles y baratas”. John Liu, eres el faro que inunda de sabiduría nuestra descarriada sociedad.
LAS ENSEÑANZAS DE JOHN LIU
Podríamos estar rascando horas y horas de todas y cada una de las escenas que componen este aborto de película. Pero como no quiero seguir filosofando, os voy a citar las mil y una enseñanzas que me ha transmitido esta completa película atestada de lecturas. Por todos es conocido lo mucho que se puede aprender de legendarios sabios chinos como Confucio, Sun Tzu o Lao Tsé. Pero John Liu les deja a todos ellos en pelotas, gracias a las ingentes cantidades de conocimiento que encierra esta obra maestra cinematográfica.
Con “Made in China” he aprendido que:
- A pesar de lo que digan los Atlas, Wikipedia, Google Maps y los propios habitantes de Zambia, Zambia tiene salida al mar.
- En Zambia el idioma oficial es el catalán.
- ¿Negros en Zambia? Pura leyenda urbana.
- En alemán “aeropuerto” se dice “Aerodrom Empuria Brava”.
- La sede de la CIA no está en Langley; eso es un bulo para despistar a los terroristas. Realmente se encuentra en un chalet en la Costa Daurada.
- El cuartel general de la CIA es tan secreto que, para disimular, las salas de reuniones están camufladas como saloncitos, con sus sofás, la chimenea e incluso su mantelito de puntilla sobre la mesa.
En cuántos despachos secretos de la CIA hemos estado y ni nos habíamos dado cuenta. John Liu me ha abierto los ojos… ¡Incluso tengo uno en mi propia casa!
- En la CIA la gente no se alista, es forzada a ingresar contra su voluntad y todos sus agentes son sometidos a hipnosis y lavado de cerebro . Y para evitar que escapen, como bien remarca uno de los superiores, se les quitan los zapatos. Y es que a ver quién tiene cojones de ir por la selva de Zambia descalzo.
- Siguiendo con el punto anterior, la CIA es la organización más maligna de la faz de la Tierra. Ríete tú de Spectra o del Clan del Pie. Un ejemplo que lo demuestra es que a la hora de matar a un fugitivo, esperan pacientemente a que éste rehaga su vida y consiga una nueva familia, para que al darle caza todo sea más trágico.
- Existen torturas de la CIA mucho peores que el popular ‘waterboarding’. Como por ejemplo el telephoning, que consiste en humillar al prisionero enrollándole en la cabeza cables en espiral de esos que unen el auricular del teléfono al aparato. O el abueling, vejación donde te obligan a ver películas de nazixploitation sentado en la mecedora de la abuela. Crueldad en estado puro.
- Si más de dos personas tocan un conejo, este muere al instante.
- Cualquier ciudad en la que resida John Liu, pasa automáticamente a denominarse “Ciudad en la que reside John Liu”. Comarruga (Tarragona) tuvo el inmenso honor de denominarse así un tiempo e incluso la cárcel de Zaragoza donde el actor estuvo preso (hablaremos de ello en otra ocasión) cambió su nombre por “Prisión en la que reside John Liu”.
- Que te pillen en el bosque dándote el lote con una agente de la CIA es motivo suficiente para que te monten un consejo de guerra.
- Hay que tener cuidado a la hora de salir en defensa de una damisela en apuros en plena calle. Puede tratarse de un inteligentísimo plan de la CIA mediante el cual la tipa intente seducirte, te lleve después a su chalet y trate de secuestrarte echándote droja en la Coca Cola.
- El Zen Kwn Do es un arte marcial tan poderosa, que hasta permite detectar con la mirada el veneno en un vaso de Coca Cola. Y también te hace invulnerable a las… ¿mamadas? Mirad estas fotos y el vídeo
- En la CIA, a los hombres les enseñan a pelear y a las mujeres… cosas más indecorosas, como deja claro el instructor del vídeo anterior, pidiéndole a Susan que ponga en marcha lo que ha “aprendido en el campamento”.
- Los súper computadores de la CIA tienen la respuesta a cualquier pregunta, incluso saben quién se acuesta con quién, ya que son incluso más curiosos que tu vecina del tercero. Por ello, vienen genial cuando hay que rellenar lagunas en el guion del tipo, “¿que cómo sé eso? Pues gracias al ordenador”. Está claro.
- Los agentes de la CIA secuestran a la gente con pachorra, en mitad de la calle, en zonas atestadas de gente y a plena luz del día. Es la CIA joder, se le permite todo.
- Cuando tiene lugar una pelea multitudinaria en plena calle, los viandantes nunca se asustan, ni van a buscar ayuda ni llaman a la policía. Se quedan quietos y juntitos observando el espectáculo, como si asistieran a una exhibición de artes marciales o, mejor dicho, el rodaje de una película. Oh wait…
- Los asesinos de la CIA, vayan donde vayan y en el país que sea, se camuflan utilizando mascarillas de cerámica, con motivos de la ópera china.
- Los agentes de la CIA no utilizan complicadas señas y contraseñas, en su lugar se valen de saludos secretos para identificarse. Estate atento querido lector cada vez que veas a unos pandilleros o latin Kings haciendo sus saludos tribales; podrían ser agentes camuflados de la CIA. Recordemos al Príncipe de Bel Air y a Jazz con sus complicados y muy sospechosos choques de manos… ¡Agentes de la CIA! Ahora todo tiene más sentido… o no.
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- En esta vida puedes empeñarte en ser el mayor cabrón sobre la faz de la Tierra, si así lo deseas. Pero, hagas lo que hagas, John Liu siempre estará por encima de ti. Durante el rodaje de la película, en las inmediaciones tuvo lugar un trágico accidente de avioneta donde fallecieron dos turistas alemanes. Entonces, el genial realizador, decidido a pasar a la posteridad cinematográfica, resolvió hacer lo que viene a continuación. Se trata de una de las experiencias más difíciles a las que puede enfrentarse cualquier cinéfago. Más que nada porque es inevitable infartarse a carcajadas, a pesar de lo extremadamente sórdido y depravado del asunto. Lectores sensibles, abstenerse de ver el siguiente vídeo.
- No sólo es éticamente correcto FILMAR UNOS AUTÉNTICOS CADÁVERES HUMEANTES Y RECIÉN HECHOS que uno se encuentra por ahí , sino que la mejor manera de presentar nuestros respetos a los fallecidos es incluyéndolos en nuestra película, haciéndoles unos bonitos primeros planos y en una escena que, si fuera más gratuita, pagarían a los espectadores por verla.
La verdad es que esto podría continuar y continuar, pero para no hacerlo más largo lo dejamos aquí. John Liu, todo un nombre en Barcelona por montar una trama de explotación sexual bajo la tapadera de una escuela para actrices, y todo un faro en el cine posmoderno. Sus películas, como diría el doctor Jones, deberían estar en un museo.
EN RESUMEN
No existe título más apropiado para esta película que el de Made in China, ya que parece filmada por los mismos cabestros sin escrúpulos que diseñan los juguetes y aparatos que puedes hallar en cualquier bazar chino. Casi podría llamarse Made in Cobo Calleja.
La sensación que termina dejando esta cinta es como si te hubieras comido un bocata de calamares, luego un café, seguido de una langosta al vapor, unos espaguetis a la boloñesa, un bollito de crema y un plato de lentejas, todo bañado en unos buenos vinos tintos, blancos, rosados, un poquito de cava para el dulce y un chupito de orujo…. Cuando llegue el SAMUR por estar sacando espuma por la boca y sintiendo el infierno desatado en tu estómago por el empacho que te ha dado, justo esa, es la misma sensación que te deja Made In China.
“Gracias John Liu por convertirme en el hombre que soy ahora…”