Silent Hill 2: Revelation 3D
Estados Unidos
94 minutos
Todos aquellos pajilleros de la saga videojueguil me van a disculpar si no toco castañuelas con el culo al respecto de las hipotéticas similitudes de Silent Hill 3 con esta colección de soplapolleces que algún productor ha tenido el atrevimiento de llamar película y que, siguiendo la sucesión de desatinos, ha llegado hasta ojos de espectadores. Sirva este INDIGNADO alegato para frenar el que atropellos de este calibre sigan ensuciando el buen nombre del género fantástico.
Julián Lara Presents, a Paul Naschy’s tribute.
Silent Hill Revelation es, probablemente, una de las heces cinematográficas más vergonzosas que en la puta vida me he echado a la cara. Lo es hasta el punto de recordarme por qué las películas que adaptan videojuegos se consideran, por una cuestión de civismo, Crímenes contra la Humanidad.
La película que dio origen a la Comisión Reguladora de atropellos subculturales
No ha sido poca la caña que le hemos dado a esta lacra purulenta en esta, su web de confianza. Esta película es otro de esos coletazos que el fenómeno viene experimentando en recién. Todos estamos perfectamente al tanto de cómo entretenidísimas franquicias como Max Payne, Hitman o House of the Dead, parecen haber sido vomitadas más que filmadas en su traslado del mundo poligonal a la gran pantalla.
“Mucha gente agradece todo lo que he dado con esta película…” (¿vergüenza ajena, por ejemplo?).
Michael J. Basset, firmante de este chancro genital, es heredero de una tradición cinematográfica que se sitúa en el punto equidistante entre la putridez enervante de Uwe Boll, el “por Dios, que alguien me saque los ojos con una cuchara” de Jose Luis Alemán y las mañas artesanas de Alan Smithee . Un cineasta cuya suma de méritos fílmicos le hacen acreedor de un sopapo a traición en toda la cocorota mientras recoge a sus hijos pequeños en el colegio.
“‘Silent Gil’ ¿eh?. ¡Mira como las mato callando, soplapollas!”
Y es que Silent Hill 2: Revelation, con semejante inepto a la cabeza va directamente, y sin pasar por la Casilla de Salida, al panteón de las secuelas más vergonzosas del Séptimo Arte.
¿Se reconoce vd. en esta foto? Si es así es que tiene un gravísimo problema.
Vamos con las presentaciones.
DRAMATIS PERSONAE
Sharon/Heather/Alessa/Rubia de Bote
Dado el baile de nombres, resumamos la jugada en el que mejor le va, que es el de Tontalnabo. Supuestamente se trata de la misma zagala que al final de la anterior película quedaba atrapada con su madre en una especie de limbo, allá en Silent Hill. La razón por la cual ya no está allí, pero su madre sí, lo explica el guionista en una escena escrita a base de vómitos de resaca sobre el teclado. El resultado salta a la vista.
La actriz, Adelaide Clemens, es el resultado de clonar a Michelle Williams (Dawson Crece) y a Carey Mulligan (Drive), pareciéndose más a una o a otra en función del ángulo de cámara. Es un debate igual de estéril que discutir si la canción que suena por la radio pertenece a Maldita Nerea o a Lagarto Amarillo.
Harry da Silva.
Encarnado por “El Hombre Spoiler” (también conocido como Sean Bean). Padre de Tontalnabo, a la que ha tenido engañada por años llevándola de una ciudad a otra, cambiando mil veces de identidad (como el Dr. David Banner) con una excusa barata mientras huyen de los de los adoradores de Alessa en Silent Hill. Para pasarse la vida así, no contemplar la opción del suicidio me parece una crueldad como una catedral.
Vincent
Por si una niñata no era bastante en una película de este calibre, aquí tenemos a otro simulacro de adolescente. Un verdadero plasta al más puro estilo de Javi Ojeda en aquella canción que hizo con Efecto Mariposa. El chaval es un acosador y un metiche. Luego nos enteramos de que, en realidad, es un enviado de Silent Hill para traer a la subnormal de vuelta a casa, cosa que ni el espectador más perspicaz habría anticipado.
Douglas Cartland
Un detective privado cuya mayor habilidad es plantarse en la puerta del insti de Tontalnabo y quedársela mirando con esta cara…
… como si de un momento a otro fuese a bajarse la cremallera del pantalón para enseñar la chorra a toda la pibada adolescente. Dura lo justo para saludar y que lo conviertan en taquitos de queso. Para un paso por pantalla tan sumamente denigrante no hacía falta un señor actor como Martin Donovan.
SILENT HILL 90210
Heather se despierta de una pesadilla (o empacho de fabada conceptual, tanto da) donde se dan tortas por acaparar plano todos y cada uno de los topicazos tenebrosos habidos y por haber. Es como si Michael J. Basset se hubiera colado en el retrete de Freddy Krueger, hubiese cogido los primeros mondongos que flotasen enredados en papel higiénico que se deshace y exclamase satisfecho “¡Pues venga, esto mismo!”.
“¡Miren chicos, la atracsión de calabosos y pachasos!”
Enfermiza atmósfera circense muy a lo Stephen King, peluches malrolleros a lo “payaso de Poltergeist”, carrusel de reminiscencias clivebarkerianas y Piramid Head como maestro de ceremonias “raca-raca la petaca”. Sólo con este arranque empezamos a llevarnos las manos a la cabeza porque NADA FUNCIONA. Es un puto regurgitado de ideas donde la suma de elementos al final da resultado negativo. Desde el inicio ya sabemos que se trata de alguna pesadilla o premonición (la torpeza de Basset es infinita, quien cree que no hemos visto suficiente cine de terror barato) y que todo se resolverá en un par de minutos con nuestra heroína dando un respingo en la cama.
“¿No voy a tener pesadillas con la MIERDA de peluches que me regala mi padre?”
Cuando nuestras peores sospechas se confirman, y porque creemos que 6’50 euros es un precio justo por una película que puede tener al menos un par de escenas que justifiquen la compra de la entrada (no cuenten con ello, está avisados), elegimos un paroxismo de sumisión ante la enculada que está por venir, directamente desde la butaca en la que hemos arrellanado nuestras fofas posaderas como buen friki del fantastique.
A la mañana siguiente, tras una edulcorada charla entre Tontalnabo y Sean Bean, aquella va a su primer día de insti (acaban de llegar a la ciudad) y con su discurso de presentación obtiene un bonus de “marginada vocacional”, cuyo premio es que Vincent, otro recién llegado a la escuela, quiera en adelante pasar la mayor parte del tiempo pegado al elástico de sus bragas. Para hacer su breve paso por el High School un poco más weirdro, la chavala tiene una pequeña alucinación con una criatura de Silent Hill, de la cual es rescatada por el voluntarioso Vincent, quien casualmente pasaba por allí.
“Ya están las notas publicadas el tablón. Seguro que aprobaste, bobita”
Presa del pánico, intenta dirse del instituto del terror (cualquier parecido con una pálida imitación de los horrores adolescentes de Elm Street son mera coincidencia), pero el detective mirón está plantado como un pino en medio del patio frente a la puerta y con cara de “me arde el pis por culpa de la gonorrea”. La necia inmediatamente alerta a papi, quien le dice que se ven en un momento… WRONG! Alguien le sorprende abriendo la puerta de casa y BYE BYE Sean Bean. No han pasado ni 20 minutos de peli. ¡Mierda para todos!
“Cariño mío, hay una forma en la que puedes escapar de esta ignominia a la voz de ¡YA!”
Mientras tanto, la rubiales se ha ido al centro comercial más cercano a esperar como una idiota a que papi venga a buscarla. Como así solamente quedaba aburrido, resulta que en un Happy Burguer cercano (ninguna cadena hamburguesera de basurero prestigio iba a prestar su logotipo a una producción de semejante calibre), un cumpleaños con el Ronald McDonald de Hacendado se convierte ante los atónitos ojos de la prota en un festín caníbal, sin más justificación que el zzzzzzzzzzzzzz….
La verdadera problemática del flin en todo su esplendorzzzzzzz
Nota del Autor: Pido perdón por los ronquidos. Me he quedado dormido y he tenido que pasar hacia atrás varios capítulos del Blu Ray para continuar la review. PD: De verdad… esto no hay mártir que lo aguante despierto.
El caso es que nuestra dudosa heroína pone pies en polvorosa porque sabe que está en la película equivocada, pero se topa con Douglas Cartland, quien le explica que trabaja para la Orden de los cojones de mi tío Valtiel, que vienen a por ella y que se ha leído el guion de la primera parte (Roger Avary, te echamos de menos) así que igual también prefiere no seguir en este ñordo. Acto seguido, de la nada aparece un bicho escapado de algún “direct to video” de Hellraiser, y le hacen un aparatoso homenaje a la escena del ascensor de Terminator 2. Cartland abandona la existencia porque de pronto el aire se torna un haz de espadas (poético ¿verdad? Un cojón).
Hellraiser Terminator
En su huída, Tontalnabo se topa de cuasualidad con Vincent (¡qué don para la ubicuidad tiene este chico!), que se ofrece a acompañarla a casa como un buen pagafantas mientras le dora la píldora y le cuenta lo bonita que es, y hablan de Facebook y de que si la vida es tragedia o que si somos reales o imaginarios. Toda esa traca de conversación que cualquier tío normalmente saca para impresionar con su sentido de la profundidad, cuando en realidad lo único profundo en lo que este está pensando es en la cavidad vaginal de la rubita…
“Culpableeee / por haber aprendido a querer / por haber escuchado tu voooz…”
A todas estas, el inútil del director nos trata de incomodar (porque esto es todo muy “creepy” y muy conceptual) con insertos que supuestamente han de hacernos creer que, aunque estos dos se estén enamorando, están rodeados de una amalgama de oscuros peligros que los acechan. Como este viejuno risitas.
“Estoy solo. Mis hijos me han abandonado. Bebo para olvidar”.
SILENT HILL COP
Apenas hemos pasado a la segunda bobina de película y nos han quitado de en medio a los dos únicos personajes que garantizaban un mínimo de talento actoral. A partir de ahora, Tontalnabo va a ser nuestra guía a lo largo de lo que resta de esta tortura, que se las promete igual de placentera que una aguja hipodérmica entrando por la abertura del glande.
Estos intuían la pestilencia que se avecinaba.
Lo que viene a continuación es un aborto de subtrama en la que dos agentes de policía encuentran los restos de Douglas y la chaqueta manchada de sangre de nuestra alelada protagonista con su documentación dentro. La deducción de los dos “genios” es que Tontalnabo es la autora de la muerte del malogrado detective. Por arte de birlibirloque, deducen que una niñata adolescente sin antecedentes previos es capaz de hacer rodajas a un adulto. Dicho y hecho, se presentan en su casa echando la puerta abajo (ni orden del juez ni cabezas de puñeta…) y se encuentran con que la chica ha volado de la madriguera. La única pista que ha dejado tras de sí…
… es sutil como cucaracha sobre la nieve.
Los dos polis deciden que la suma de pruebas circunstanciales dan como resultado que nuestra protagonista es sospechosa de asesinato. Los muy mentecatos jamás se plantean que la chica se viese pillada en medio de alguna movida y que lo mismo pueda estar secuestrada, muerta dentro de un contenedor de basura o algo mucho peor, (como estar protagonizando esta mierda de secuela, sin ir más lejos). Y aquí concluye tamaña inutilidad de línea argumental porque a estos Harry el Sucio de quinta regional no volvemos a verlos más.
“Por las heridas del cadáver, estoy seguro de que esa chica es una mujer lobo ninja. ¡Rápido! ¡Al Retarded Móvil!”
Rebobinemos brevemente… la muchacha había visto previamente el graffiti que los cultistas le habían dejado en casa acompañada de Vincent, el cual parece no poder vivir sin la compañia de esta tontainas. Ahora los dos se han puesto en camino a Silent Hill para rescatar al padre de la chica (Sean Bean, aún hay esperanzas de que esta vez no palmes). Antes de marcharse encuentran una caja con pistas para que la trama avance y de paso dejan salvada la partida por si acaso.
“Y esto es un McGuffin para lerdos que resuelve todas las incógnitas del film sin demasiadas explicaciones”
Toda esta parte del film funciona como un martillazo de chapuzas para hacer que las piezas encajen y que las cosas se aceleren para que no nos preguntemos, por ejemplo, cómo es que los que dejaron el graffiti en la pared no se molestaron en revolver la casa para encontrar el McGufffin . En su huida, la pareja se aloja en una versión reformada del motel Bates (con neones que parpadean, faltaría más) y la rubia de bote se duerme para tener un sueño que la ponga aún más sobre la pista de lo que está pasando (porque desde Twin Peaks, los protagonistas no tienen que investigar… basta con soñar cualquier disparate para que TODO TENGA SENTIDO). El sueño trata más o menos…
… sobre un caspa de película, donde hacen guiños al videojuego con animáticas cutres sin renderizar.
PELADILLA EN HILL STREET
Al despertarse, y tras una discusión con Vincent, este le revela que en realidad es un cultista de la Orden con órdenes de traerla de vuelta a Silent Hill, pero después de pasar un par de horas con ella (y no haber follado en toda su vida), ha hecho nacer su faceta de “Shico Shenshible”. Todo esto es muy Titanic, pero la película va a toda pastilla en este punto y porque hay que agilizar… ¡Ya están en Silent Hill! ¿Me lo pueden explicar de nuevo? Exacto. Los muros de la realidad se desmoronan (junto con las esperanzas del espectador) en un artificio mú gráfico y mú conceptual y ¡zas! ya estamos de nuevo en medio del sitio ese donde todos los días llueve ceniza…
“Hola, soy un cameo absurdo para evitar que los fans nos linchen”
La imbécil protagonista se dedica ahora a vagar por las calles del pueblo sin rumbo fijo, huyendo hasta de su sombra porque se supone que toda esta parte es de aún mucho más miedo (¡juajuajuajuajua!), pero en realidad todo es como estar jugando a una versión beta y sin testear de un videojuego lleno de bugs.
“A ver si me tropiezo con un glitch que me borre de esta existencia miserable.”
Silent Hill 2: Revelation entra ahora en una sucesión de secuencias donde la chavala se va topando de bruces con los típicos bichos blasfemos que pueblan esta dimensión conceptual. Una mezcla de arte bizarro y chirriante que supuestamente tendría que ponernos los pelos de punta, pero que en realidad sólo va a sacarnos la carcajada involuntaria. El primer encuentro tiene lugar en una sala llena de viejas piezas de maniquíes. Y como todos sabemos, una secuela con maniquíes nunca presagia nada bueno…
Los antecedentes ochenteros de Silent Hill (con hombreras y gomina por un tubo )
… pero nuestra prota prefiere adentrarse en ese nido de peligros para probarse a sí misma, armada con una mísera pistolilla. Llevamos más de media película así que ya va siendo hora de entrar a matar con algo que nos dé miedito, de modo que el filme se saca de la manga esta mierda de CGI reutilizando software sobrante de la indigna recuela (remake/precuela) de La Cosa.
Y todo así, como muy conceptual ¿vale?
Total, que Tontalnabo encuentra una “probe chica” atrapada en una tela de araña (que en realidad es la metáfora conceptual del estado de las carreras de todos los implicados en esta película), por lo que conceptualmente trata de liberarla de una muerte segura. La chica sin nombre dura junto a nuestra protagonista no más de un minuto antes de que el aracnoide conceptual se la chasque sin demasiadas ceremonias (y escamoteándonos el gore), por lo que el gesto heroico sólo ha servido para dilatar nuestro escozor de gónadas.
“Pues el concepto este no mola una mierda ¿saben?”
Tras pasar por el cutscene de rigor, nos trasladamos a otra localización ominosa (un sanatorio, ¡qué sutil! ¡qué orgía de originalidad!) en la que hacer un poco más de exposición verbal, por si el raquitismo del argumento se nos empezaba a antojar confuso debido a tanta conceptualidad digna de un monólogo de Ignatius.
“¿Se acuerdan de lo de “Silent Hill 2”?, que por culpa de un manta de director, ¡de repente TODA ESA MIERDA!”
Hemos llegado al momento en el que la típica estrella en declive (y sabemos que DEFINITIVAMENTE está en declive porque no hace mucho le hicieron un homenaje en Sitges) firme por media jornada de rodaje, al más puro estilo de Herr Boll, para aparecer en una secuencia que pretende añadir soluciones y confusión a partes iguales. Es por eso que Michael J. Basset ha llamado a Malcom McDowell para recitar “La vida es sueño” pero al estilo Silent Hill, que vendría a ser algo del tipo “El muermo me vence… ¿ha cobrado mi agente el talón de mi caché?”.
“Tras haber trabajado con Rob Zombie en “Halloween” me he convertido en el nuevo Richard Lynch”
Tras un momento muy confuso que implica al Sello McGuffin y con Leonard (McDowell) siendo reemplazado por un “stand in” maquillado de monstruo barato, muy amenazador, pero que dura en pantalla treinta segundos de reloj (Tontalnabo le vence con la misma dificultad de quien se echa cereales en un tazón), encadenamos con otra escena de apariciones que dan cosica. La subnormal se ha metido en un pasillo lleno de violentos prisioneros que hacen el corredor más terrorífico porque todos sacan las manos a la vez por las rendijas (¡mami, qué miedo!). Así que para poner un poco de orden aparece ¡Al FIN! Pyramid Head, o lo que es lo mismo, un tipo güistrolado con un espadón lleno de herrumbre que se pone en la cabeza la maqueta de un Destructor Imperial.
Y el aire ya no fuera un haz de espadas! (copyright Idea Vilariño)
Como empieza a ser cansino que el peso interpretativo recaiga exclusivamente en la rubia irritante, conviene traer de vuelta a Vincent, que se encuentra atado de pies y manos en una camilla (el sueño húmedo de cualquier violador de adolescentes) mientras es custodiado por nuestras enfermeras favoritas.
Las Clínicas de la Seguridad Social en Silent Hill registraron el pasado año un incremento de mortandad.
Rescatado in extremis por Tontalnabo, Vincet está convencido de que ha de ayudarla a rescatar a su padre de las garras de Claudia Wolf, la líder del culto (que para complicar aún más las cosas, es su madre… ¡cría cuervos!). Antes la muchacha debe enfrentarse a Alessa, el espíritu demoníaco de Silent Hill, en la Feria de las Tinieblas que ya vimos al inicio de la película. El encuentro entre nuestra protagonista y Alessa es todo muy metafísico y anticlimático, con ambas fundidas en un abrazo infernal mientras se susurran guarreridas al oído, dando vueltas dentro de un carrusel sobre el que se masturbaría toda la camada de gotiquillos de medio pelo.
“¡Que va, que va, que va! ¡Yo leo a Kierkegaard!”
SILENT HILL NINJA
Tras derrotar con insultante facilidad a la niña diabólica, y como no ha usado botiquines, aparece una fase bonus (¿o eso era en Resident Evil?… Tengo un cacao muy conceptual a estas alturas) donde se puede enfrentar a Claudia Wolf, que en realidad no es otra que Trinity (Carrie Anne Moss) maquillada como Jeremy Irons en La máquina del tiempo.
“Los productores me la colaron diciéndole a mi agente que rodábamos “Hellboy 3”
Claudia le revela que todo lo que ha hecho hasta ahora es inútil (en realidad es un mensaje en clave para el público perspicaz que viene a decir “habéis perdido vuestro tiempo, hatajo de pardillos”) porque al final su cuerpo va a servir de receptáculo para el Dios del culto de los cojones. Cuando estamos a punto de saltar de alegría porque a esta majadera al fin se la van a calzar ante los atónitos ojos de Sean Bean (¡que sigue vivo, amiguitos!) y de Vincent, hay tiempo para un último escupitajo en la cara. La niñata saca el McGuffin y hace que Claudia lo toque. Lo que viene a continuación…
… es un crossover entre Mortal Kombat y el final de Parque Jurásico, donde la bestia más gansa, repentina y sorpresivamente, se pone de parte de los protagonistas. Todo porque Michael J. Basset no tiene ni reputa idea de cómo acabar este disparate sin pegarse un tiro en la rodilla… así que de perdidos ¡Carpe Diem!
Resuelto todo felizmente. Los protagonistas, todos vivitos y coleando (dammit!) se alejan del pueblucho maldito. En el último momento, Sean Bean se da cuenta de que su personaje debe desaparecer para evitar que lo incluyan en más secuelas estomagantes de Silent Hill. Así que decide irse a por tabaco para no volver.
“Me voy al mismo limbo al que mandaron a Radha Mitchell para librarme de esta ponzoña de saga”
Así que felices y contentos, la parejita con menos carisma en todo el Sistema Solar se va a hacer autoestop mientras un puñado de polis (a buenas horas, mangas verdes) con la sirena puesta se adentran hacia su perdición en Silent Hill. Por fortuna para el espectador, estúpido mortal al otro lado de la pantalla que ha pagado por ver esta cima del despropósito… el sufrimiento ha concluido.
Todos rezamos porque sea la última vez que vemos este cartelito de mierda
En resumen, inmunda secuela del un film no excesivamente brillante (aunque no exento de grandes aciertos; la puesta en escena de Christophe Gans, el guion de Roger Avary y la presencia de Radha Mitchell sumaban muchos enteros), cuya torpe factura, atribuible en mayor medida a Michael J. Basset, da como resultado un truño con los peores valores de un “direct to video” que seguramente, gracias a la excusa de un chapuceril 3D, logró estrenarse en salas comerciales.
Silent Hill 2: Revelation es la clase de película que jamás recomendarías ni al tipo que te puso los cuernos con tu mujer y que, ni mucho menos, programarías como película de apertura en ningún festival de cine a menos que seas aficionado a tirarte piedras sobre tu propio tejado con los agravantes de nocturnidad y alevosía.
Creo que deberíamos seguir el ejemplo de Sean Bean y volatilizarnos antes de que nos maten a pedradas ¿no te parece, Tontalnabo?