The Amazing Spider-man
Estados Unidos
136 minutos
AVISO: NO LA VEÁIS.
Empiezo a escribir esto cuando aún no hace ni media hora que la he visto, y todavía estoy flipando con la montaña de basura que me acabo de tragar. ‘The Amazing Spider-Man’ es posiblemente peor incluso que Spider-man 3 de Sam Raimi. Si el guion de aquella ya era diarreico, el de esta nueva entrega roza lo infrahumano. Los señores ejecutivos de Sony, forzados a estrenar otra entrega de Spider-man para no perder los derechos sobre el personaje, eran conscientes de que no podían filmar la misma película otra vez (al menos algo de vergüenza sí les queda) y se han visto forzados a cambiar la forma en la que suceden los acontecimientos clave del origen del trepamuros para diferenciarla del primero de los filmes de Rami, que se había estrenado hace sólo 10 años. Y efectivamente, cambian las escenas… las cambian y las convierten en mierda de la buena.
Por si no fuera ya bastante suplicio tener que soportar que nos volvieran a contar lo de la muerte del tío Ben y lo de la gran responsabilidad y la madre que la parió (de forma diferente, pero lo cuentan), encima la película tenía que ser un vómito de salchichas caducadas, un señor trozo de mierda, una bazofia inaudita, como para advertirnos que lo de ‘Spider-man 3’ no era una cagada pasajera que podíamos olvidar.
“¡Joder, ya he pisado una mierda! ¡ah no, que es el guion!”
THE AMAZING SHIT
El guion de ‘The Amazing Spider-man’ efectivamente es una mierda, de un absurdo y de un subnormal tan aberrante, que parece que cada escena la haya escrito una persona distinta, que ignoraba por completo lo que hacían los demás, o directamente Dori, la pez de ‘Buscando a Nemo’, que se olvida de las cosas a los cinco minutos. Si en una escena a Peter le echan la bronca por ir en skateboard por los pasillos del instituto, en la siguiente nos plantan a Flash el matón, que aquí lo han retratado directamente como una especie de skinhead ultraviolento, dándole una paliza a un estudiante en el patio y de paso forrando a hostias también a Peter por meterse en medio, sin que ni un profesor haga acto de presencia o diga ni mu.
Si resulta que los estudiantes de ciencias necesitan una acreditación personal para asistir a una visita guiada a los laboratorios de Oscorp y si no la llevan vienen dos seguratas y los sacan a rastras del edificio, en la siguiente secuencia Peter se cuela como Pedro por su casa en las instalaciones, y entra en una habitación donde crían arañas mutadas genéticamente sin que haya ni cámaras, ni controles de seguridad ni barreras anticontaminación, ni un puto y triste alguacil que le dé el alto (de hecho no se topa CON NADIE en el camino).
Si en otro momento Spider-Man acaba de descubrir el escondite del lagarto y se da de hostias con él, en la siguiente escena (AL PUTO MINUTO SIGUIENTE) se va a visitar a su novieta Gwen Stacy (escena graciosilla hedionda incluida), para luego volver a buscar al Lagarto (justo a tiempo para que el doctor Connors vuelva a chutarse su mierda química para transformarse; es que ir a rematarlo cuando ya está vencido no tiene gracia, se acabaría la tortura de los espectadores demasiado pronto).
En esta nueva entrega, además, incluyen una trama secundaria en la que los padres de Spider-man, muertos en accidente de avión, están relacionados con los laboratorios Oscorp y el doctor Connors (el Lagarto, villano de la película del que más tarde hablaré). Por supuesto, esta trama también está llevada con el culo y plagada de incoherencias. La película empieza con un flashback en que vemos a los padres de Peter huyendo en plena noche y dejando a su pequeño hijo al cuidado de sus tíos. Después tenemos un salto al presente de, digamos, unos 10 o 12 años y un buen día, a Peter le da por bajar al sótano de la casa y mirar al rincón donde jamás antes había mirado, para descubrir ahí tirada la cartera de su padre llena de “ítems” y papelotes con numeritos y fórmulas que le llevan por arte de catapúm chimpúm a los laboratorios y a conocer al doctor Connors, con quien, al parecer, trabajaba su padre en un experimento para conseguir la regeneración celular en el ser humano. Todo rapidito y sencillito, no vaya a ser que se nos caliente la sesera de tanto pensar y, sobre todo, tengamos en consideración al espectador, que es G-I-L-I-P-O-L-L-A-S y no está para cosas complicadas.
“¿QUÉ ES ESO?” “UN TEBEO” “¿PARA QUÉ SIRVE?” “PARA LIMPIARSE EL CULO”
Aunque sin tenerlo en cuenta la peli ya es una mierda, a continuación paso a comentar la despiadada defenestración que han hecho con los cómics. Con tanto fanboy que hay por ahí me extraña que no le hayan pegado fuego ya a la casa del guionista. Como decía al principio, se han dedicado a cambiar cada “momento importante” para que no fuera igual que la primera peli de Raimi, y el problema (al menos para mí) no es que lo hayan hecho, si no que lo han hecho sin tener en el cerebro nada más que el cheque que iban a cobrar y el puticlub donde se lo iban a gastar.
En Pixar tienen la habitación de pensar esa llena de pelotas de colores, donde crean los argumentos de sus películas. En Sony Pictures los guionistas de Spider-man trabajan así.
La picadura de la araña: Tras colarse en los laboratorios de Oscorp felizmente y meterse como un gilipollas en un tubo de ensayo gigante lleno de arañas mutadas SIN NINGÚN MOTIVO, a Peter le pica una araña. No se preocupa por la picadura ni dice nada a nadie ni nada, olé su inteligencia. Minutos después, volviendo a casa en metro, se queda dormido en el asiento. Un rufián se mete con él y, de pronto, ya está enganchándose por las paredes del vagón y soltando hostias y volteretas y arrancándole la ropa a una tía por accidente. Ni fiebres, ni ronchas, ni noches empapado en sudor ni nada. La mutación de los cojones dura media hora siendo generosos. Luego llega a casa y se pone a ver fotos de arañas en Google y de picaduras de araña, que el director se regodea bien en mostrar, aumentadas a saco para que los niños vomiten las palomitas (os lo prometo, yo estaba que alucinaba con esto), en una delirante secuencia, supuestamente graciosa que te hace taparte la cara de vergüenza por sí misma, aunque no te hayas leído un tebeo de Spider-man en tu vida.
La muerte del tio Ben: Una noche el tío Ben le monta a Peter un cirio por llegar tarde a casa cuando estaba currando en los laboratorios Oscorp (a los que ha sido invitado a unirse por la cara, ante la alegría de cientos de universitarios en paro). Peter lo manda a la mierda y sale a comprar leche. El tío de la tienda es un borde, justo entonces entra un atracador, Peter pasa de ayudar a detenerle y al minuto, el Tío Ben, que pasaba por allí, se lleva un tiro en el estómago. Y ojo, ya hemos perdido el tiempo demasiado en reunir a todos los personajes en el mismo plató a la misma hora. En el próximo reboot de mierda que hagan (dentro de dos años, como mucho) directamente sonará el timbre, el tío Ben (Jon Voight seguramente) irá a abrir la puerta y le pegarán un tiro mientras grita “Peter has de abrir la puerta cuando llaman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, ag me muero”.
El traje: Otra noche, Peter ya está dando palizas a personas random en plan neonazi por la calle en busca del tipejo que mató a su tío. De pronto, un tejado se hunde bajo sus pies y cae a un ring de boxeo. En una pared ve un poster de una especie de luchador mexicano que lleva una mascara roja. Dicho y hecho, se le cruzan los cables y a la mañana siguiente ya se confecciona el traje se Spider-man y sale a hacer el saltimbanqui por ahí. Ni se molestan en justificar la chifladura que le entra por ponerse mallas, debe pensar que así acojona más cuando sale a repartir leña por el barrio.
La identidad secreta: Quizás uno de los elementos argumentales más importantes de los cómics de Spider-man es la necesidad de mantener su identidad en secreto, y las dificultades que a veces le plantea esto. Pues bien, la identidad secreta se la follan por el recto-anular cuando, a mitad de película, Peter le dice a Gwen que es Spider-man sin venir a cuento, en la terraza de su casa y con el padre de ella a menos de diez metros. Para el final de la peli, la mitad del cuerpo de policía, incluyendo al capitán Stacy, y también el doctor Connors y hasta la Tía May, saben el secreto. Habiendo una orden de arresto contra Spider-man y habiendo muerto el Capitan Stacy (otro “momento importante” violado cruelmente, por cierto), ya me diréis cómo a la mañana siguiente Peter Parker sigue tan campante en su casita y no en una celda de 3 x 2.
¿Y cómo descubre el lagarto la identidad secreta de Spider-man? Pues porque en esta nueva versión, el imbécil de las mallas etiqueta con su nombre real sus famosas cámaras de fotos. Bieeeeen…
Y si cada escena “mítica” ha quedado desvirtuada, en lo que a los personajes se refiere es para echarse a llorar. El guionista, no sé… debe ser un ejecutivo de DC Comics infiltrado para hundir a Marvel Studios o un completo ignorante en materia de Spider-man… Ah no, espera, que es James Vanderbilt, el guionista de ‘Zodiac’ (especialista en alargar las películas hasta lo indecible, lo cual se nota), y de truños como ‘En la oscuridad’ y ‘El tesoro del Amazonas’.
Pues bien, este señor, ayudado por Alvin Sargent (otro que últimamente va de bazofia en bazofia y tiro por que me toca) y Steve Kloves (el hombre que cada noche sueña que Daniel Radcliffe le sodomiza con una escoba voladora), no contento con todo lo que ya he explicado, se ha dedicado a destrozar cada personaje pero bien, recreándose, disfrutando en el proceso.
Peter Parker/Spider-man es un desgraciado con pelo de pastizal (y que se os quede en la cabeza chavales, que desde que Robert Pattinson se untó de purpurina, se acabó el peinarse para todo protagonista “adolescente” de Hollywood), que de ser un mierdecilla empollón con problemas en el habla, pasa a enfundarse unas mallas y a ser una especie de vándalo chuloplaya que suelta gracietas sin puñetera gracia y da hostias a los policías que intentan detenerle. Poco queda del “amistoso vecino Spider-man”. En su lugar tenemos al leñero y camorrista Spider-man. Ojo, si te lo encuentras huye lo más deprisa que puedas o pillarás cacho.
”¿Y tú qué miras hijoputa? Tira millas o te inflo a hostias a ti también”
Gwen Stacy es una rubia con cara de tranquimazin vestida por su peor enemigo (atención a sus medias por la rodilla modelo Pippi Calzaslargas) y con poderes mentales que le permiten irrumpir cuando Flash está linchando sádicamente a alguna de sus víctimas, sin que al profesorado le importe una mierda, mirarle fijamente a los ojos y decirle “Flash vamos a clase” y él la sigue como un zombie en plan “sí reina abeja, yo obedezco”. A parte de eso, tiene la extraña capacidad de poner ojos de subnormal que dan una grima considerable, y de no importar una mierda a los espectadores de tan soso que es el personaje.
Nnng…¿t-tú t-ambié…nn estáss enn t-t-tr‘tamieeennntoo…?
El Capitan Stacy es una especie de Charlton Heston con uniforme de policía, con cara de agrio y tonto del culo que al final se revela como buena gente, justo antes de palmarla. Odia a Spider-man porque se toma la justicia por su mano y quiere entrullarle a toda costa, aun cuando el lagarto ya ha revelado su existencia asesinando varios policías.
Ya es que ni a Michael Bay. Directamente imitan… ¡A UWE BOLL!
El lagarto es para partirse la polla, ¿recordáis la foto del muñeco que puso CacaMan en su crítica de las pelis antiguas de Spider-man? Pues no está mal hecho no, en la peli es igual. El webmaster debería incluir en la sección Costreando no el muñeco, sino la película.
¡JUR! ¡¡¡¡GALLETAAAAAS!!!!
Los tíos de Peter Parker no pueden ser más superfluos y olvidables ni incluso estando encarnados por quienes lo están (lo digo luego para darle emosión). A la tía May es que ni siquiera le tiñen el pelo de blanco, sale de morena, ¿para qué gastar tinte si pueden invertir la pasta en un fotograma más en 3D?
Con semejante percal, los actores hacen lo que pueden por mantener la cabeza fuera de la piscina de mierda en la que se hallan sumergidos, aunque alguno parece que disfruta, en especial Andrew Garfield; en general la sensación de pérdida total de dignidad flota en el ambiente. Estás esperando que en cualquier momento aparezca un Mosso de Esquadra en el set y les ponga una multa a todos por prostitución callejera.
Andrew Garfield actúa tan vomitivamente que le agradeces a la virgen cada vez que se pone la máscara, porque cuando no la lleva, el tío se regala tal cantidad de muecas, aspavientos y torceduras de boca, que te crees que le han metido éxtasis líquido en el catering. ¿Recordais a Michael Cera sonriendo como un retrasado en ‘Scott Pilgrim’? Pues lo mismo pero en leotardos.
”Eh tío… ¿tienes pastis?”
Emma Stone va la pobre más perdida que Rajoy en una biblioteca. No sabe qué cara poner, si de comedia o de drama. Entre su padre que es como Charlton Heston con gomina en el pelo, su novio que parece salido de “What is it?” (2005) y la puta mierda de frases que tiene que recitar (seguramente con el director apuntándole a la cabeza con una pistola y éste a su vez encañonado por el productor), su cara se queda congelada en un extraño rictus a medio camino entre la sonrisa y la arcada, que no sabes si va a soltarle una hostia a su interlocutor o va a empezar a arrancarse sus propios pelos y a tragárselos. Ahora en serio, pone unas caras tan raras en la película, que da la impresión de que esta chica no está bien.
Y no me extraña. Emma Stone confesó que firmó por el papel cuando supo de la trágica historia del personaje en los cómics, que le pareció muy interesante. Debió intentar abrirse las venas cuando más tarde leyó el mierdosísimo guion y a partir de ahí grabó sus escenas yendo hasta el culo de tranquilizantes o algo…
El tío que hace de doctor Connors (omito su nombre a sabiendas de que entrará algún listillo para recordárnoslo a todos, hundiendo así en la mierda a este pobre actor al que yo esperaba ahorrar la vergüenza, ya que subsiste casi exclusivamente a base de truños) con su peinado de Crispin Klander, más o menos intenta no parecer demasiado ridículo, pero entre el doblaje orquestado por algún discípulo de Satán y la ristra de descojonantes palabros científicos y los estrafalarios discursos pseudonazis sobre mejorar la raza que le obligan a soltar, el pobre fracasa en el intento. Por no hablar de cómo tiran cutremente del recurso de la doble personalidad hombre-monstruo, voz imaginaria incluida (ya os lo podéis imaginar, poniendo caretos y hablando solo como un pobre demente senil). Aquí se ve que ya estaban hasta los huevos de cambiar cosas y se limitaron a copiar lo visto en la peli de Raimi con el duende verde sin el menor escrúpulo.
En realidad, no sólo vive de hacer truños, también se alimenta de sus propias uñas.
Y bueno, por último, pero no menos lamentable, los tíos de Peter Parker, que son Martin Sheen, que parece que cree estar aún en Saigón esperando una misión (solo falta que suene “The End” cada vez que enfocan su cara), y Sally Field, que se pasa la peli sentada a la mesa de la cocina con cara de preocupación (se pregunta quién la metió en esta mierda, sin duda). Al verlos te dan ganas de telefonear a La Casa del Actor para denunciar el lamentable estado en el que se encuentran. Dos veteranos artistas humillados más. Ya no se respeta a los abuelos.
“Oye vieja, que Andrew Garfield está en su camerino metiéndose rayas de coca y no está en condiciones de rodar. Así que coge el skate y ponte a grindar barandillas, que luego ya te cambiaremos la cara por ordenador”.
SITUASIONES GRASIOSAS
Cuando Spider-man no está haciendo el Tarzán a la CGI o dando palizas a supuestos delincuentes, nos taladran la cabeza con escenas de conversaciones y relaciones entre personajes cuajadas de diálogos del nivel de la serie ‘El barco’, absolutamente infectos.
La cena en casa de Gwen Stacy, con su padre el Capitán Stacy en plan padre de familia republicano soltando frases de película de Steven Seagal: “¿quién se cree que es ese enmascarado? ¿Se cree que la policía se pasa el tiempo mirando las musarañas con el pulgar en el culo?” (textual) o cuando Gwen intenta esconderle en su habitación, mientras su padre le dice que salga, y ella dice que no sale porque tiene la regla “y está súper sensible y emocional y tiene pinchazos y es brutaaaaal” (textual también, lo juro). Son sólo un par de ejemplos suficientes para que te preguntes qué clase de deficiente mental es capaz de perpetrar semejante libreto.
Y no digamos ya los momentos de charla científica en los laboratorios de Oscorp: “tenemos problemas con la secuencia de NRMPRNZXYMW, no conseguimos resolver el algoritmo del chimpocomón, necesitamos estabilizar la cadena genética del coño de la Bernarda”… y así un buen rato hasta asegurarse de que hasta el último espectador de la sala está tirado por el suelo despollado. A destacar cuando el doctor Connor se pone a discutir con un ejecutivo de Oscorp, un ¿árabe? ¿rumano? con cara de proxeneta que parece salido de los descartes de ‘Yo Puta’ (2004). Por un momento mi mente se trasladó a los despachos de la agencia 713 y me pareció oír de fondo a Tara Reid diciendo “… es Abkhani”.
Mirad la expresión de absoluto bochorno de Martin Sheen. La mía en este momento del filme era más o menos la misma.
Con lo mierderamente que te cuentan las cosas, con los personajes actuando a golpe de serendipia, haciendo coincidir tramas de forma surrealista (Gwen Stacy trabaja en los laboratorios de Oscorp, el padre de Peter era colaborador del Doctor Connors, etc.) manda cojones que la película dure 136 minutos y que encima haya cosas que, de mal explicadas que están, te importan un carajo o las ignoras.
No he visto menos química entre dos actores que la que hay entre Emma Stone y Andrew Garfield; casi se puede apreciar la cara de asco cuando se besan. Los cruces de cables de los personajes son constantes, Flash primero es un asesino en potencia y, de pronto, se convierte en el coleguita de Peter tras haber sido amedrentado por él. De la misma forma, ver al capitán Stacy sacrificándose por ayudar a Spider-man en la lucha final contra el lagarto es de un ridículo atroz, cuando hace cinco minutos quería enchironarle.
“Sí, mejor déjate la máscara puesta, que no quiero que me babees…”
La evolución de Peter Parker, de empollón marginado del instituto a héroe enmascarado, es un puto cachondeo. Primero parece un retrasado incapaz de articular dos palabras correctamente delante de nadie, después pasa a ser una especie de borderline que, unas veces padece de trastornos nerviosos y hace el mongólico delante de sus tíos mientras engulle comida congelada (escena para sacarse los ojos con cuchara); y otras disfruta apalizando indigentes, y si tiene algún sentimiento de culpa o autocompasión por la muerte de su tío, lo demuestra poniendo caretos raros como si fuera drogado (vamos, que le importa tres cojones).
Todo ello hace que cueste horrores conectar emocionalmente con absolutamente ninguno de los personajes, y que te importe un carajo que alguno se muera, se enamore o se ponga a cagar lombrices. Te da absolutamente igual todo, te pasas la película entre la carcajada histérica y el bostezo profundo, preguntándote por qué hostias se te ha ocurrido acercarte al cine ese día.
UN GRAN TRUÑO CONLLEVA UNA GRAN RESPONSABILIDAD (NO DARLE DINERO AL QUE LO HA HECHO)
Yo es que aún me extendería más, pero voy a ir terminando que no quiero aburriros. ‘The Amazing Spiderman-Man’ es otro mojón más que se suma al cenagal de estiércol del cine actual. Mucho dinero, muchos medios, mucha tecnología y mejores efectos especiales que nunca, pero ni putas ganas de currarse una historia y, sobre todo, carencia absoluta de un guionista que sepa escribirla. ¿Para qué? Metemos las mismas putas secuencias que ya nos sabemos de memoria, del Spider-man de CGI saltando por los rascacielos que son TODAS IGUALES con la música a todo volumen, la escenita del puente de los cojones con Spider-man salvando a los niños que van a caerse al agua OTRA VEZ, una batalla ridícula en la antena de la azotea de un rascacielos en plan ‘Ricochet’ con Loquendo femenino cantando UNA PUTA CUENTA ATRÁS para darle emoción (sí, millones de años de evolución y aún estamos así), y todo ello en 3D, para que la entrada cueste el doble, ¡y listos! Ya tenemos el nuevo sacacuartos de superhéroes del mes.
Fijaos que aún no he nombrado al director, Marc Webb y la razón de esto es que es un gris de mierda, un mediocre que sólo consigue que te acuerdes de él (o de su madre, más bien) cuando le da por insertar un plano en vista subjetiva (sí, el del teaser trailer), otro a cámara lenta justo al final de la película y otro de esos que no sé quién fue el anormal que los inventó, en los que el actor lleva la cámara sujeta a su cuerpo enfocándole la cara en primer plano mientras anda, como en ‘Requiem por un sueño‘ (imaginaos, un plano de estos con Andrew Garfield poniendo caretos: EL HORROR). Los únicos momentos en que el don nadie del director parece tomar una decisión propia y salirse de la plantilla es para meter estos tres ridículos planos de mierda que cantan La Traviata. El resto, cortadito a patrón, como está mandado.
Esa es la formula y éste el resultado: los críos idiotizados, sus padres deseando pegarse un tiro y los ejecutivos tripones de Hollywood llenándose la panza mientras planean otro remake y tiran un dado, a ver cuál es el nuevo becario fracasado al que ponen a redactar guiones tras el suicidio por vergüenza del anterior. Y lo más triste es que estas basuras recaudan la hostia en taquilla, cuando películas bastante mejores ni siquiera llegan a España y son tratadas por la crítica con una benevolencia aberrante, mientras que otras son lapidadas de forma incomprensible. “Es un entretenimiento palomitero”, “para divertirse y no pensar”, “para dejarse el cerebro en la puerta del cine”… empiezo a leer por ahí gilipolleces de estas de críticos supuestamente serios, los mismos que luego se ponen a buscarle los tres pies al gato o directamente a apedrear filmes como ‘Watchmen’, ‘La Piel que Habito’ o ‘Malditos Bastardos’ y es que me dan ganas de potar de tanta imbecilidad concentrada. ¿Cómo van a dejar de producir mierdas en cadena si las engullimos con deleite? Tenemos lo que nos merecemos, ni más ni menos.
Eso, tírate, a ver si se acaba ya esta mierda…