The Creeping Terror
Estados Unidos
75 minutos
Hoy toca volver a los clásicos. Y entre las películas de mierda jamás habidas, “The creeping terror” tiene todos los elementos imprescindibles para llegar a ser la número uno. Si lo es o no, ya es criterio de cada cual, yo me limitaré a contaros algunos de sus grandes y pestíferos méritos.
¡Dios mío, me va a comer!
Pequeña sinopsis para ir ambientando el asunto: El policía adjunto Martin Gordon y su joven esposa Brett regresan a su pueblito después de una amorosa luna de miel. Al mismo tiempo aterriza un extraño objeto en medio de la espesura del bosque. Es una nave espacial donde viajan dos monstruos que asolarán la zona y a los pacíficos pueblerinos no les espera más que muerte y destrucción. Pero aparecerá el ejército al rescate.
Y vamos con algunos personajes de esta tragedia (tragedia para el séptimo arte):
Costará hallar un monstruo más cutre en toda la historia del cine. El describirlo es difícil, parece como si un dragón chino hubiera echado un polvazo con la moqueta de un motel de cuarta regional y el cruce resultante hubiera mutado con elementos de quincallería y césped artificial de tienda china.
Lo que realmente es, también difícil de definir, según mi análisis de todos los ángulos, hay un señor que guía el invento, embutido en una especie de morcilla con boca en forma de vagina de orangutana de 107 años que se mueve incesantemente de izquierda a derecha. Luego recosida detrás de esa estructura hay como cuatro metros cuadrados de moqueta, bajo la cual hay de cuatro a seis señores agachados que siguen el ritmo del guía embutido en la morcilla vaginal. Imaginároslo bajo un sol de justicia, estar metido en esa cosa no debía ser precisamente de lo más agradable.
Evidentemente el monstruo se mueve a velocidad de pedo de burra (con tapón de Freixenet en el culo), animado con rugidos leoninos totalmente ridículos. Tal velocidad hace que incluso un cojimanco reumático pueda escapar de él arrastrándose sin mucho esfuerzo con las orejas, pero como tiene que devorar a sus víctimas, estas se quedan pasmadas un cuarto de hora poniendo cara de terror mientras el bicho se acerca, para luego acabar metiéndose ellas solas en la cabeza del monstruo, donde son devoradas con pasmosa parsimonia.
De derecha a izquierda, el asistente Barney, Brett Gordon y el nuevo sheriff Martin Gordon. De ella (Brett) se puede decir que es la típica esposa cariñosa y hogareña de los años 50, y si no está embarazada o cuidando bebés es porque solo lleva dos semanas casada (de hecho era la “novia” extramatrimonial menor de edad de Arthur, alias Vic). Hay montones de mujeres más vivas e interesantes en esta peli por todos lados. De Martin poco más que decir que hereda el cargo de sheriff por casualidad y que se apoltrona en cuanto puede. Barney es soltero y sale con todas las tías del pueblo, pero echa de menos a su amigo de farras Martin.
El ilustre Dr. Bradford, experto mundial en la comunicación con extraterrestres. Tiene más pinta de tío guaperas que monta a caballo y sale en un anuncio de Marlboro (eso es lo que hizo en la vida real). Le interesa más echar una charlita con el monstruo que las cien personas que se traga el bicho.
Aquí tenemos a los militares en garrida pose. Al mando está el coronel Caldwell, recién licenciado en la Academia Militar Obanga Mobengue de Beluchistán. Eso explica el porqué parece andar con dos pieses izquierdos, y también sus planes de batalla consistentes en mandar a su pelotón de soldados a por el monstruo literalmente en formación de pelotón (léase apelotonados uno al lado del otro), cosa que facilita los mordiscos al monstruito y digerir a toda la tropa de cenutrios con presteza. Y yo que creía además que en el ejército te enseñaban que para matar al enemigo no hace falta acercarse a dispararle a 20 centímetros.
Es que ni las legiones de Julio César tenían tanto arte.
Además hay cientos de personajes que no sabes quién es más sinsorgo o mastuerzo que el siguiente, y que por supuesto acaban todos en la barriga de la alfombra antropófaga extraterrestre, pero la verdadera estrella de la película es el narrador. Hay varias leyendas por ahí que dicen que la banda sonora se cayó al lago Tahoe, otros que si un incendio, la que me parece más veraz es que viendo la mierda que había, el director, productor y actor Arthur Nelson White agarró la tela que quedaba y salió por patas. Solo quedó un negativo abandonado sin sonorización. Y el actor William Thourlby pagó de su bolsillo a un narrador y un par de líneas de doblaje sobre la película muda. Su intención era recuperar al menos su sueldo con lo que diera la película. Sólo consiguió gastar más tela.
Por ello el rey de la función es el narrador, que no llega a soltar joyas como las de “The beast of Yucca Flats” (1961), pero a cambio se enrolla como la persiana de una cristalera de catedral gótica.
Escena en casa de los Gordon, invitado el alguacil Barney.
Narrador: “Barney y Martin habían sido coleguillas en sus aventuras de solteros durante años. Pero ahora Martin había sentado la cabeza con su matrimonio, y se estaban distanciando. Barney, naturalmente, seguía quedando con todas las chicas del pueblo y no conseguía entender el porqué Brett y Martin ya no iban con él de cuadrilla como lo hacían antes. No comprendía que a estos la vida de casados no solo les había traído nuevos problemas y responsabilidades, además el matrimonio les hacia buscar la intimidad. A pesar de toda la mano izquierda que intentaba tener Brett con su viejo amigo, que incluía invitarle a comer bastante a menudo, Barney estaba resentido con ella, o al menos eso parecía. Desde que la vida es vida, estos cambios en las relaciones han sido normales entre coleguitas que pasaran por las mismas circunstancias. La vida tiene su forma de hacer que los jovencitos maduren, y con el matrimonio, a Martin le había tocado su turno. Ahora dedicaba su vida a Brett, una vida que disfrutaba al máximo”.
Lo cojonudo es que, según la película, llevaban sólo un día de casados en el pueblo, a la vuelta de la luna de miel, cuando esta escena acontece. Si llegan a llevar quince días el narrador nos suelta ‘Otelo’ en verso.
Pero si esta película tiene algo que no verás jamás en ninguna película cutre, no se puede hacer nada igual, son los casi catorce minutos en la escena del salón de baile. Se intercalan planos del monstruo arrastrándose hacia el salón con una música de fondo que hace tarurará rara, tarurará rara, mezclados con las escenas más absurdas de baile jamás paridas. Incluyendo: la chica con el gran culo relojero, el mamarracho que pega saltos, la chica molino de viento que se pone asazmente de cuclillas, el vaquero con lazo, la novia celosa, el borrachín que se bebe todas las copas que ve en las mesas vacías, las animadas abuelitas, los primeros planos de zapatos girando, y así la eternidad.
El culo relojero en toda su gloria.
Pero como ya se ha demostrado por Chuck Norris, se puede contar hasta el infinito (dos veces va ya el muy gañán), por ello el monstruo entra por fin en el salón de baile. Con nuevos planos del monstruo, ahora se intercalan caras de gilipollas con pose de acojone. Mientras cincuenta personas son incapaces de salir por una puerta normal a lo largo de cuatro eternos minutos y prefieren darse de ostias y arrancar el vestido a una extra que pasaba por allá. Durante esa eternidad el monstruo se acerca, y se acerca, y sigue acercándose, y se acerca más, lento, parsimonioso, y nadie sale. El monstruo se aproxima, va arrimándose más al montón de gente, se arrastra y ya casi llega. Y magia potagia, se los come a todos.
El monstruo se gira y queda una pareja en medio de la sala, el hombre gentilmente cede el paso a la dama hacia las tripas del monstruo, y finalmente el también se mete dentro de la bocaza y es devorado.
¡Yusting Biereber! ¡Ay que me da!
Esta nos la insertan cuando después de inacabables minutos cruzando el salón de baile, el monstruo está a medio metro de la puerta de salida. Ya se ha tragado como a doce, pero como se puede observar detrás de la niña del careto, todavía hay gente sentada en las mesas disfrutando de su copita.
La infame escena del baile en todo su esplendor:
Y cómo olvidar lo más bonito de ver de la película, las devoraciones del monstruo extraterrestre. Más en concreto las de las chicas. A los hombres el bicho se los traga en un decir amén, con ellas sin embargo, se nos ofrece una tras otra toda la elaborada escena del tragado. La cosa empieza siempre con un éxtasis de pánico de la chica que va a ser devorada, dando enormes alaridos. El terror no se sabe bien por qué las hace tirarse de bruces siempre a la vaginaboca del monstruo, donde empiezan a agacharse y girar para ser deglutidas de forma correcta.
Siguen los rugidos y los alaridos de terror. Ya introducida la cabeza van siendo tiradas hacia dentro por los habitantes del universo alfómbrico monstruil, con la debida pausa para que se vea un buen plano de las piernas y el culo en pompa de la víctima. Finalmente tras unos minutillos introduciéndose en el intestino monstruoso, solo queda un pie fuera que sigue gritando pavorosamente. Fin de la escena. Realmente hay que verlo.
Un par de detallitos más de esos que son la alegría de la huerta.
El monstruo se ha comido a una joven madre, dentro de la casa un bebé llora solo, suena música de alta tensión. Una casa vacía. Veámoslo:
Y en la esquina se ve gloriosamente cómo entra y se pasea por el dramático plano una voluta de humo, porque uno del rodaje se está echando un cigarrito.
¿Cómo simular el aterrizaje de la nave extraterrestre? Fácil, el despegue de un cohete de la NASA pero viéndolo marcha atrás:
Evidentemente se parece tanto a la nave alienígena que nos enseñan luego como un melón a un portaaviones.
Brett y Martin vuelven conduciendo de regreso de su finalizada luna de miel, el peligro se asoma del universo estrellado:
El presupuesto no daba ni para las estrellitas de árbol de navidad que salen por ejemplo en el Superman turco. Así que el espacio exterior estrellado son bombillas desenfocadas.
Por cierto, todos sabemos que hay una pesadilla que aparece siempre sin previo aviso al final de la luna de miel, se llama “matrimonio”.
Y ya para no hacer esto eterno, que se podría si se detallaran todas las chorradas de esta película, vamos a despedirnos con la preciosa vista de otras nalgas devoradas por el bicho:
Que delicia de sevicia.
Y el que se atreva, la tendrá en breve por mi blog remozada, y, más importante, hay un documental llamada “Creep!”, donde nos muestran toda la historia detrás de esta gran, gran película.
¡Mola!