Yo Soy la Juani
España
90 minutos
Co-Autor del texto: Rayo Gamma
Soporte Técnico: Rusesky
(Crítica publicada originalmente el 3 de octubre de 2007)
Pues sí amiguitos, el esperado día D llegó y con él la película española con más expectativas a sus espaldas (buenas y malas… sobre todo malas) del 2006 y con todas las papeletas a su favor para ser el ridículo del año y, quizá, de la década. Esta vuestra web ya os informó hace un tiempo de lo que se nos venía encima en lo que es otro sorprendente suicidio artístico y cualitativo del cine español, gracias al incomprensiblemente encumbrado y endiosado Bigas “teticas” Luna.
La nueva obra de este salido se enmarca en un contexto muy familiar para la mayoría de nosotros y que con dudoso honor podemos calificar de “muy nuestro”, esto es, ese submundo de cholos y garrulos que, como buenas lacras que son, se desviven por el tunning, por el reggaeton-chunda-chunda y por hacer el capullo sin aportar nada a la sociedad. Como los redactores de Cinecutre, vaya. Para colmo de males, ha sido vergonzosamente publicitada mediante una execrable página web (chillona y hortera hasta decir basta) cuyo punto “fuerte” es un blog donde la Juani en persona predica su saber y experiencia aconsejando, por ejemplo, a un niño de 12 años a que, si no se aguanta las ganas de follar, se vaya de putas. Eso sí, “con mucho cuidado y con condón”.
Además, ha sido arropada, enjabonada y ensalivada de forma monstruosa por la carroñera prensa escrita nacional, como viene siendo habitual (¿alguien ha dicho ‘Alatriste’?) en sus frecuentes bajadas de pantalones ante todo lo que huela a “nuestro” y a, sobre todo, euro. En resumen, ‘Yo soy la Juani’ se ha convertido, para bien o para mal en todo un fenómeno mediático ante el cual Cinecutre tenía el deber y, más aún, la obligación moral de manifestarse irremediablemente y decir la suya. Vamos, que había que verla y destriparla sin piedad ni miramientos.
En un fin de semana plagado de estrenos acojonantes (‘La Dalia Negra’, ‘A Scanner Darkly’, ‘Hijos de los Hombres’…) el gandul de Rayo Gamma y The Watchful “Tiro-el-dinero-por-el-váter” Eye (o sea, servidores), no hicieron otra cosa que reunirse para ponerle el cascabel al gato, o sea, para ver la puta película. Con dos cojones.
CINECUTRE EN EL OJO DEL HURACÁN
Pese a que en un principio los dos impresentables “redactores” consideraron ver la película en los multicines del Maremagnum del puerto de Barcelona (lugar frecuentado por las Jennys y los Richards) para que la experiencia fuera más auténtica, optaron finalmente por verla en un cine mas céntrico por razones de comodidad, ya que Rayo Gamma tenía que coger el tren justo después para irse de put… para asistir a una cena.
Así pues no hubo concentración de canis, aunque sí hubo unos cuantos ancianos, cuya presencia en aquel tipo de evento resultaba cuanto menos curiosa y descontextualizada. Bien mirado, quizá no tanto, ya que muchos de estos entrañables abueletes seguro que le tenían medido el rasero al Bigas Luna y se querían asegurar una buena ración de hora y media de meñamen.
“¡¡Mierda pa toa la güeb de Cinecutre, viva la Juani leñe!!”
Total, que después de que, ante nuestra sorpresa (o sea, su sorpresa, la de Rayo y Watchful… bueno eso), la taquillera y los de seguridad nos (les) negaran la entrada gratuita (y con catering) por ser de Cinecutre, nos (se) apoltronamos (-ron) en nuestras (sus) butacas de cuarta fila (rezando unos cuantos padrenuestros) para no perder detalle y para poder contarle bien los pelos del coño a Verónica Echegui (tranquilos, ya se acabó esta pollez de narrar en tercera persona).
Las luces se apagaron… y dio comienzo la pesadilla.
EL DINERO QUE HAY AQUÍ NO ES PA TIRARLO A LA BASURA, ES PARA VER LA JUANI
La película empieza con unos créditos iniciales pretendidamente modernikis pero que apestan a cloaca, mientras vemos la primera secuencia a ritmo de insufrible reggaeton-hip-hop en la que aparecen una horda de estúpidos tuneros haciendo el mongo, al mismo tiempo que una trepa de jennis se les restriegan ¿vestidas? con minúsculos trapitos. Entre ellas se encuentra, como no, la Juani (la susodicha Verónica Echegui, de lo mejor de la peli), a la que previamente hemos visto salir del curro y meterse entre dos coches aparcados para cambiarse la ropa de calle que llevaba puesta por un ridículo micro-vestido lleno de agujeros.
“Yo soy la Juani”
Los siguientes minutos son narrados en voz en off por la propia Juani, y en ellos se nos presenta a su mejor amiga: La Vane (Laia Martí). La Vane (no se podía llamar de otra manera) tiene un deseo: operarse las tetas; y un problema: su neandertal novio la trata como a una mierda. Pero todo esto se solucionará cuando mande a tomar por culo todo lo que le rodea para acompañar a la Juani en plan Sancho Panza en su viaje a Madrid, del que ya hablaremos más adelante.
“Y yo la Vane”
Asimismo, en estos primeros minutos de película, se nos desvelan los complejos hábitos de relación, cortejo y apareamiento de los canis, a través de una serie de instantáneas (los canis exhibiendo sus coches tuneados y vacilándose entre ellos, la Juani y su novio Jonah morreándose en el coche, la Juani y el Jonah metiéndose mano en el cine, la Juani y el Jonah follando en un descampado, el Jonah montándole un pollo a la Juani por ponerse a bailar con un payaso llamado El Capi en la Discoteca, etc.), dignas de cualquier National Geographic.
Con estos variados y enriquecedoramente culturales hábitos, es como conocemos al Jonah, individuo simiesco y subdesarrollado ¿interpretado? por Dani Martín. Este personaje se dedica en exclusiva a tunear su coche y a fornicar con la Juani (a la que le prohíbe hablar con nadie, el angelito), amén de sacarle dinero para seguir tuneando el coche. Sí, habéis leído bien, la Juani (o su “chocho”, como él la llama) se mata a trabajar 40 horas semanales como cajera en un Mediamarkt para luego entregar su salario al caradura de su novio y que este pueda tunearse el coche porque el muy gañán NO HACE NADA DE NADA PARA GANAR DINERO.
“!iiiiiihh, iiiiiiiiihh, ungn, ung, iiiiiihhhh, aaaaaarg ung!“
La denigrante situación de la pareja se resume en la despollante frase que Jonah le espeta a la Juani cuando ella le dice que quiere ahorrar el dinero para irse a Madrid con la idea de ser actriz y no pretende malgastarlo en los caprichos de su nene:
-La pasta que hay aquí no es para tirarla a la basura, es pal tunning.
Y acaba con un tolerante “y tú de aquí no te vas”, con la consiguiente ovación espectacular ante tanta filosofía condensada.
Así pues, ya tenemos a los tres personajes principales, aunque conviene describir a los secundarios, que gozan también de sus minutitos de gloria en unas escenas dignas de mención:
El Padre de la Juani (José Chaves)
Su nombre es Paco y es un viejo decrépito, ajado y borrachuzo, que está absolutamente en las últimas, aunque no es mala persona del todo. Vive con la angustiosa certeza de que le van a expropiar su casa en un futuro cercano y ahoga sus temores con zumo de uva y cebada.
”¡Aaaaaay lo que han hesho lo payo con la fragoneta del papaaaa… me tienen de indennizáaa….!”
Protagoniza una de las dos escenas realmente buenas que tiene el film. En ella, se le ve yendo al bar tras una tonta discusión con su mujer y, una vez allí, se lía a hostias con la maquina tragaperras porque, imaginamos, es la única cosa que está intelectualmente a su nivel. Al llamarle la atención el dueño del local, el pobre viejo pierde el control, se pone agresivo y saca una navaja amenazando al personal con ella, totalmente enajenado por su amigo el alcohol. Finalmente es la Juani la que interviene y consigue que su padre se calme, evitando así una desgracia.
Cabe decir que esta escena es, y sin coñas, realmente magistral por lo realista que resulta. Es aquí donde se pone de manifiesto que la calidad de la película reside en los actores, y no precisamente en el guion o en la dirección (el amigo Bigas no es que se mate demasiado currándose los planos), ambos realmente mediocres.
El Capi (Benito Sagredo)
No, tranquilos, no se trata del Capitán América (RIP), sino de un idiota desagradable que tiene su propio taller clandestino donde tunea los coches de toda la tribu de orangutanes a módicos precios. De su boca sale otra de las frases estelares del film:
-Si no hay pasta no hay tunning ¿lo entiendes o te lo explico con manzanas?
El filósofo Zen de los Canis
Nacho, el hijo de la gran puta (Gorka Lasaosa)
El auténtico eslabón perdido. En la escala evolutiva por encima de él está el cani común, y por debajo está directamente Dani Martín.
El novio de la Vane y colega del Jonah. Este cabronazo protagoniza “la otra” escena buena de la película. Dicha escena tiene lugar en la casa del impresentable en cuestión, y empieza cuando pretende grabar con una videocámara como él y su novia (la Vane) echan un casquete. La Vane se niega y el cerdo este se le pone encima y empieza a ponerse agresivo, obligándola y amenazándola como el jodido chuloputas que es. Y encima tiene el poco valor de, entre amenazas de hostias, irle soltando “¡esto está pasando porque tú quieres!” como para sacarse los cargos de conciencia de encima. La escena es realmente incómoda y desagradable, a la par que absolutamente realista, a lo que contribuye el buen hacer de ambos actores (y, de nuevo, NO de Bigas Luna, que hace alarde de su chapucerismo al plantarnos un plano general fijo, alternado con otro plano del visor de la videocámara, que no tiene continuidad alguna con el anterior, ya que mientras en uno la Vane aun lleva la camiseta, en el otro tiene las tetas al aire).
Los Canis también se enamoran…
Por si fuera poco maltratar a su sufrida novia, el sujeto de encefalograma plano en cuestión le presta el garaje a su amigote para que le ponga los cuernos a la Juani con la zorra del barrio, un tía llamada Nadia a la que nuestra protagonista odia. Pura escoria.
“Porque yo lo valgo”
Además van apareciendo diversos personajillos que dan pie a escenas más o menos estúpidas que ya iréis viendo.
EL GLAMOUR DE LA PERIFERIA
La película se inicia pues con un primer cuarto de hora dedicado en exclusiva al estudio en profundidad del modus vivendi de los canis: tunning, discotecas, folleteo, lenguaje ininteligible y música horrenda.
En esta, llamémosle, introducción, Bigas Luna ya nos empieza a regalar algunas de las perlas a las que nos tiene acostumbrados. La primera de ellas es la escena en la que nos presentan a la Vane, donde rápidamente nos plantan una secuencia en que las dos amigas están sentadas en el suelo en medio de la calle hablando sobre si se la chupan o no a sus respectivos novios, y sobre cuánto tiempo ha de pasar desde el inicio de la relación hasta la primera limpieza de sable, para no ser “una guarra”. Y no, no os penséis que nuestra Juani es una puerca; es una romántica empedernida que le suelta perlas a su chorbo como:
”- Me gusta besar tu cuello, es como una polla”
Tras estas profundas reflexiones zen, el siguiente descojone no tarda en llegar: en esta ocasión un estúpido pique entre el Jonah y el novio de la Nadia culmina en una patética y bizarra competición para ver quién los tiene mejor puestos. Ambos interfectos se atan boca arriba encima de los capós de sus respectivos coches, mientras sus novias se sientan al volante (¿?). Entonces da comienzo una carrera entre las dos Yennis, con sus respectivos Richards atados al capó, que Bigas Luna (revolucionando el género) representa mostrándonos imágenes sacadas DIRECTAMENTE DE UN VIDEOJUEGO (así, a saco, con barra de daño incluida al más puro estilo Uwe Boll), ganando finalmente la Juani, con lo que queda demostrado que el Jonah es el que tiene más cojones de los dos (¿¿¿¿????). Acto seguido, y para celebrar la victoria, la Juani y el Jonah echan un polvo sobre el capó del coche. Para mear y no echar gota.
Pero la verdadera trama (y la diarrea mental de Bigas Luna) empieza cuando la Juani pilla con las manos en la masa (o más bien, con la polla) al zoquete de su novio, tirándose a la Nadia. Acto seguido toma la decisión sana y natural de mandarlo a la mierda y cumplir de una puta vez su sueño de ser actriz, para lo cual decide irse a Madrid y presentarse a un casting. Coincidiendo con esto, la Vane decide también dejar al troglodita con el que se aparea habitualmente (y por el que es maltratada) y, ni corta ni perezosa, se apunta a acompañar a la Juani en su extraño cuento de la lechera y, por consiguiente, irse a la capital con ella.
AVENTURAS EN LA GRAN CIUDAD
A partir de aquí, todo el realismo (sic) del que hacía gala la película hasta entonces se va a tomar por culo a un ritmo alarmante. Tras ver cómo se instalan en una pensión, de golpe y porrazo nos plantan una secuencia en plan Pretty Woman, con las dos zagalas paseándose por las tiendas más pijas de Madrid a ritmo de música estridente (el “Pure Morning” de los Placebo a toda leche), todo risas y gorjeos, comprándose toneladas de ropa cara (y probándosela sin ningún reparo en la misma tienda y así de paso tenemos esos agradecidos planos de protuberancias mamarias que no pueden faltar), joyas y demás caprichitos (incluido un barriobajero tattoo que pone “Juani“), como si de repente les salieran billetes de 500 euros a espuertas cada vez que se tiran un pedo. De ser dos chicas de barrio humilde que viajan a la capital para intentar triunfar en la vida, pasan en un tris a ser las reinas del pijoteo más rancio. Están podridas de pasta como quien dice.
Thelma & Louise a lo Bakala
Bueno, total, que se instalan sin ningún problema y La Vane encuentra un empleo en una peluquería (que le debe dar mucha pasta, ya que enseguida se va a una clínica por lo del aumento de mamas, o sea, primer plano de tetamen al canto). La Juani por su parte empieza a presentarse a todos los castings que encuentra anunciados en los periódicos.
No todos los castings son para prostituta de alto standing…
Pronto se da cuenta de que la cosa no es llegar y besar el santo y, tras ser rechazada en una de las pruebas, un individuo se le acerca y le dice que conoce un sitio donde hacen castings, en el que buscan “chicas como ella” (en ese momento la palabra “puticlub” pasa por la mente de todos los espectadores) donde encajará a la perfección. La Juani se presenta en la dirección que le indica el individuo y entonces tiene lugar la escena más esperpéntica del film. Y eso tiene mérito, oyes.
La cosa empieza a oler a chamusquina cuando nuestra amiga entra en el edificio en cuestión. Decoración moderna y lujosa, posters de películas americanas en las paredes, pasillos anchos y luminosos… demasiado molón para ser verdad. Y entonces, el rocambole máximo: La Juani es conducida hasta un despacho donde se encuentra un horrendo tío gordo y calvo que se muestra sospechosamente simpático con ella. Tras echarse al coleto UN PUÑADO DE PASTILLAS acompañadas de un lingotazo de whisky, le dice que camine por la habitación y, de pronto, empieza a jadear nerviosamente y a desencajar los ojos de las órbitas diciendo frases extrañas en tono lascivo: “sí, tienes unas piernas preciosas, sí muévete, camina, eres toda una modelo”. Mientras ocurre esto, podemos entrever al fondo, una mesa de escritorio con una bandeja dispuesta sobre ella, y en esta bandeja, UN MUESTRARIO DE POLLAS DE PLÁSTICO DE COLORES.
De pronto, al gordo le da por poner música de ambiente. “A mí me gusta poner música de esta para relajarme” explica a la estupefacta Juani, que pone cara de circunstancia mientras el puto gordo le invita a sentarse en el sofá y a recostar la cabeza en su sebosa barriga. Y entonces, dejando al espectador prácticamente lobotomizado del shock, EL PUTO GORDO CABRÓN SE PONE A RONCAR. Sí, habéis leído bien: el orondo individuo se queda frito en el sofá con la Juani recostada sobre sus grotescos michelines y nosotros con las ganas de ver la lógica escena de la spanish fellatio que debía venir a continuación.
A todo esto le sigue un apabullante cambio de escena donde nos muestran a la Juani relatando su estrafalaria experiencia a su amiga Vane, en la que, no obstante, parece que el extraño suceso no arderá en absoluto en la conciencia de nuestra intrépida bakaluti, y tanto ella como su amiga deciden asistir a una fiesta vip a la que el gordo cabrón le ha invitado en la escena anterior (“¿tienes una amiga? Tráetela también” [risa lasciva al estilo pederasta / coprófago]).
En dicha fiesta, tras “quedarse con la peña bailando el aserejé”, las dos petardas hacen progresos en sus relaciones sociales: Vane se liga a un mamarracho llamado Raúl que es “futbolista”, mientras que la Juani se tiene que espantar a un argentino gilipollas que la confunde lógicamente con una prostituta (y por la cara que tiene el tipejo, parece que su modo habitual de relacionarse con las féminas es ofrecerles dinero por sus favores), y finalmente intenta enrollarse con un individuo que no se sabe muy bien de qué coño trabaja, pero que parece que tiene “contactos” (ya sabéis, el típico tunante, que tiene dos chalets y un yate sin declarar a hacienda), y que puede ayudar a la Juani a triunfar (o eso se cree ella, y por eso se dedica a mirarle con cara de “te voy a comer la polla”). Pero el interfecto no cede a los sutiles encantos de nuestra protagonista, y pronto le deja bien clara la puta realidad: “chicas como tú las hay a cientos. Tienes que ponerte las pilas, aprende inglés y apúntate a clases de interpretación. Cuando estés lista me llamas”.
Llegamos aquí a un momento en el que Bigas Luna parece querer humillar y torturar psicológicamente a la pobre Verónica Echegui, que aguanta el tipo como una campeona en una nueva escena, subnormal hasta decir basta. En ella, vemos a la Juani y a unos cuantos pringados más, asistiendo a lo que se supone es una clase de interpretación a cargo de otro argentino gilipollas de ego subido (que habla como si todo lo que dijera fuera súper-trascendente, con ese exacerbado acento che-boludo-viste), que se dedica a ridiculizar a sus pobres alumnos, instándoles a que interpreten cosas absurdas como mesas o zapatos. Si esa es la concepción que tiene el director de actuar, se explican muchas cosas sobre el reparto que elige para sus pajas mentales.
“¿Y eso qué es? ¿Vos sos un zapato que pisa mierda tal vez? ¡con más alma hija de puta!”
A todo esto, El Jonah finalmente parece que ha decidido hacer algo de provecho con su inútil existencia, y se pone a “trabajar” en el taller de su principal proveedor de tuning, El Capi. La palabra trabajar va entre comillas, porque todo lo que vemos hacer a este desecho es permanecer sentado en el suelo comiéndose un bocata y enviando mensajes de móvil a su ex-novia Juani, que los ignora vilmente.
Estando así las cosas sucede un imprevisto que obligará a la Juani a volver a casa. Bueno, en realidad se tenía que volver de todos modos porque con tanto casting de mierda y sin curro, la chica debe una semana de pensión (claro, se lo ha fundido todo en trapitos horteras la muy perra) al contrario que su amiga, que parece tener la vida más o menos montada.
Dicho imprevisto es que La Juani recibe una llamada de su madre que le comunica que su padre ha resbalado, se ha pegado un hostión del quince y está en el hospital con traumatismos varios.
Este acontecimiento es la excusa perfecta para que la Juani se reencuentre con su ex, el Jonah, que sigue con su particular involución hacia el eslabón perdido. En un momento de debilidad mental, y fortaleza hormonal, la parejita consumará su reencuentro de la mejor (y única) manera que saben: echando un casquete en el garaje del Nacho. Pero en plena faena aparece la Nadia en modo psycho-killer, revelando que el espabilao del Jonah sigue jugando a poner cornamentas a sus partenaires. Total: cabreo de la Juani, hostia en todo el jeto y posterior secuencia sonrojante, en la que el Jonah persigue a la Juani por la calle, suplicándole que no se vaya mientras intenta subirse los pantalones penosamente y le dice que está loco por ella y otras hediondas mentiras.
Pero a estas alturas (minuto 87 de la película), esas patrañas ya no cuelan, así que la Juani se sube al tren y se vuelve a Madrid, tras decirle al Jonah que se vaya a freír espárragos. Aquí, el payaso de El Canto Del Loco se cubre de gloria al gesticular como un oligofrénico (y a cámara lenta) mientras el tren va arrancando, ante la pasividad de la Juani, que no puede evitar que se le escape una lagrimita. Digamos que los mongólicas expresiones faciales de Dani Martín son un cruce entre King Kong, un epiléptico in session y el típico macarra de los autos de choque. Y encima lleva puesta una camiseta de Regreso al Futuro pero “tuneada”. Qué asco.
Y entonces viene el remate final de esta brutal epopeya, y aquí Bigas Luna no perdona: con más jeta que espalda, nos planta una secuencia totalmente psicotrópica, como una especie de cuadro de Andy Warhol, todo colorines, en la que vemos a la Juani, vestida a lo flapper, con collar de perlas y todo, bailoteando y contoneándose por el paseo de las estrellas de Hollywood en una especie de alegoría de todo a 100 de sus anhelos e ilusiones:
Después de esto, fundido a negro y un único texto en pantalla:
Obviamente el espectador confundido, visitará la web buscando respuestas, pero solo logrará que su indignación crezca más y más, porque respuesta solo hay una: Bigas Luna pretende hacer una secuela, relatando las andanzas de la Juani en Hollywood.
¿Os imagináis verla tirándose de los pelos con Lindsay Lohan o Paris Hilton? Espeluznante…
“Te estamos esperando zorra…”